Ya he hablado aquí alguna vez de lo curioso de esta ciudad, en la que con un logo, un lema y una partida de nuestros presupuestos públicos lanzamos una campaña de esas que nos creemos que van a cambiar el mundo. Las hay muy buenas, las menos, y las hay que simplemente quieren concienciarnos de hacer o no hacer algo, intentando cambiar, en muy poco tiempo, comportamientos muy arraigados. Entre esas está la que se denomina «¡Málaga, cómo te quiero!», que promueven el Ayuntamiento de Málaga y Limasa. El inconveniente es que al leer alguna de las campañas publicitarias de este tipo te das cuenta de que estamos invirtiendo en publicidad lo que debería invertirse en profesores, educación y escuelas. Porque la conciencia no se modifica porque un famoso nos venda un lema en youtube ni con un logo bonito.

Luego está lo de Málaga «te quiero», más allá de que pueda sonar a un verso de un pregón de Semana Santa, el amor por las ciudades es peculiar, ¿se puede querer a una ciudad?, ¿se debe querer a tu ciudad? Parece obvio que si queremos a Málaga, algo debemos hacer por ella. Algo que puede ser participar desde el ámbito público, en alguna forma que ayude a mejorar el bienestar de los ciudadanos o mejorar la propia ciudad en alguna de sus muchas facetas.

Y hablando de quereres, «quien bien te quiere te hará llorar», por tanto parece que apuntar, señalar y criticar constructivamente a la ciudad, a los agentes que intervienen en ella y a quienes detentan la responsabilidad de gestionarla, puede ser también una buena manera de quererla y protegerla.

Empieza un nuevo curso en Málaga. Los caminos para querer a Málaga pueden ser muchos y los amantes demasiados. Habrá que estar atentos y separar el grano de la paja, porque no siempre los amantes son tan elegantes como los de antes, ni buscan bellas Julietas por los balcones.

*Enrique González de Gor es empresario