Muchas veces he oído que hay entrenadores de equipos masculinos y entrenadores de equipos femeninos. O he oído a muchos entrenadores de equipos femeninos decir que las jugadoras no pueden jugar al contraataque porque son muy lentas o que en femenino es mejor defender en zona porque ellas no pueden presionar. También he odio de entrenadores de equipos masculinos que ellos no podrían entrenar a niñas porque el baloncesto femenino es otro deporte.

Mi modesta opinión es que no existen entrenadores de chicos o de chicas. No existen dos deportes sino sólo uno que se llama baloncesto y que es el mismo para ambos sexos. No soy tonto y sé que una jugadora de 18 años, por ejemplo, seguro que no puede correr tan rápido el contraataque a la velocidad de uno de mis jugadores de 18 años ni culminarlo con un mate. También es evidente que a cada jugadora deberás tratarla de forma diferente, pero en función de su personalidad, no por el hecho de ser chica. Igual que haces con los chicos. Nosotros no hablamos de la misma manera a Rubén Gutiérrez que a Mo Soluade puesto que, debido a sus personalidades, no llegamos de la misma manera a uno que a otro.

Nuestro objetivo como entrenadores es gestionar al grupo humano que tenemos (equipo técnico incluido) y sacar el máximo rendimiento de todos consiguiendo que compitan por encima incluso de sus posibilidades. Lograr esto no es fácil, por eso ser entrenador de baloncesto no es una responsabilidad sencilla con independencia del nivel técnico del equipo que dirijas. Pero el único camino que entiendo para conseguir esa gestión de grupo y ese máximo rendimiento es perseguir de todos la máxima exigencia, y esto es igual para chicos y para chicas.

Nuestro trabajo es hacer que las chicas y los chicos corran el contraataque a su máxima velocidad cada vez, que presionen a toda la cancha pegando el culo lo más posible al suelo y poniendo todo el sacrificio del que son capaces, que se tiren al suelo cada vez que hay un balón suelto para intentar recuperarlo, que luchen, que peleen, que se comporten y funcionen como un equipo, que aprendan fundamentos y conceptos colectivos tanto defensivos como ofensivos, educarlos deportivamente€ Todos estos objetivos de entrenador son los mismos con independencia de si tu equipo es masculino o femenino. Nosotros perseguimos que nuestros jugadores o jugadoras pongan la máxima exigencia en cada acción del juego, y esa máxima exigencia se les debe pedir tanto a las chicas como a los chicos, sin diferencia de sexo.

Esto de lo que escribo es algo que podemos ver en cualquier partido de la WNBA, donde ves jugadoras presionando 40 minutos a toda cancha y jugando a una velocidad igual a los chicos. Podemos hablar del baloncesto que hace nuestra selección española senior femenina, que ha conseguido muy recientemente el subcampeonato del mundo. O incluso cuando yo era un adolescente con la ilusión de llegar a ser entrenador, era un gran aprendizaje para mí ver jugar a baloncesto con un nivel de exigencia altísimo al Tokiauto entrenado por Manolo Castillo. Estos son sólo algunos ejemplos para los entrenadores que dirigen chicas de que en el baloncesto no es importante el género de quien lo practica sino el nivel de exigencia con que se juega.

Yo mismo, el pasado lunes, en un clínic que organizó el Club Baloncesto El Palo, tuve el honor de entrenar a su equipo júnior femenino. Mediante una serie de ejercicios que usamos cada día en las sesiones del Clínicas Rincón de LEB Oro, intentamos poner el listón de la exigencia tan alto como las jugadoras fueran capaces de soportar. El cansancio después de los 50 minutos que pudo durar la sesión era enorme por el esfuerzo, pero esas chicas demostraron a todos los entrenadores que asistieron que son capaces de tirarse al suelo por un balón si es necesario o que pueden presionar y correr a su cien por cien. Ellas nos demostraron a todos los presentes que no hay baloncesto masculino ni femenino, que sólo hay BALONCESTO.