Antes, lo más importante en una convalecencia era recobrar las ganas de comer. ¿Cómo anda de ganas?, ¿qué tal va de apetito?, era la pregunta clave del médico. La economía se muestra sin apetito, y cuando empezaba a despertar en España se pierde en Europa. No es exactamente que no haya dinero, es que faltan las ganas. Fluye ya algo de crédito, pero la gente no lo pide; hay algo de dinero en la cartera, pero la gente no lo gasta. ¿Por miedo, por falta de confianza, por desorientación, después del gran susto, cuando amenazaba la ruina total? Esto no sería lo peor para el sistema, el miedo siempre pasa. Lo peor sería que el modelo consumista de recompensas hubiera dejado de ser atractivo para mucha gente. ¿Nos estaremos volviendo todos un poco ni-nis, y no resultará ya tan seductor el muestrario de cebos? Una devaluación de los señuelos llevaría a la indolencia y la postración.