Hay un viento de sangre. Esa polvareda roja apenas deja entrever las farolas de los Campos Elíseos en la base de la Torre Eiffel que ha dibujado la española Ana Juan como portada de la revista New Yorker. Cuando la belleza llora los creadores paren estas cosas. El resto es la transmutación en un lápiz con la punta roja que apunta hacia al cielo de los anclajes de hierro de la torre más famosa del mundo, inaugurada como una provocación de mecano y remache en 1889 en mitad del clasicismo francés. La portada se llama Solidarité...

Tentáculos

Una valenciana dibuja en Nueva York por una matanza en París. El mundo hoy es mucho eso. La negrura reduccionista que habita las mentes de quienes matan ya no es de este mundo, por eso pretenden jibarizarlo. Demasiadas tribus abren los brazos como tentáculos para acoger a quienes no son capaces de vivir. Un líder, una disciplina férrea, algún estímulo que exacerbe el ánimo ante la misión encomendada, y quizá la lectura de un solo libro para tener una visión única del mundo en el caso de los fanatismos religiosos, ésa es la pesada mochila del terrorista que amenaza con estallarnos en cualquier. El CIS dice que en España se lee poco. Un 35% no lo hace nunca. Del 65% restante la media es de 8,6 libros al año. En uno de los países más lectores, Finlandia, se leen 47 libros por habitante al año. La diferencia es demasiado grande.

No leen

Y por qué se hace hincapié en cuánto se lee en formatos digitales, qué importa. Acaso el contenido, y no el continente, no es lo importante de la lectura. La respuesta mayoritaria de quienes responden a por qué no leen en España es la de que no les interesa, según el último barómetro del CIS. Pero qué significa eso. ¿Les sobra el saber? No les interesa qué, ¿la acción de leer en sí? Y cómo saben, qué aprenden, con qué curiosidad se enfrentan a la existencia y a los otros, cómo conocen la condición humana para relacionarse o convivir además de la emoción, el sentido común o la inspiración natural. Cómo traducen lo que ocurre, en base a qué opinan, ¿sólo se suman a la opinión de los demás o la contradicen por carácter contestatario? ¿Con la televisión les basta? Qué significa que no les interesa leer...

Querer morir

Dice Piketty, el economista francés especializado en redistribución de la riqueza que ha visitado España esta semana, que si se emplean todos los recursos en pagar la deuda recortando en Educación el futuro será negro. Todo está en el mismo círculo. El perfil de los terroristas que han sembrado de sangre el semanario satírico Charlie Hebdo, según la policía francesa, es el de jóvenes introvertidos, fanatizados en una visión radical y manipulada de su religión que les lleva incluso a querer morir como mártires. Por qué no querer vivir, leer, ir al cine, conocer gente distinta, amar en la tierra y no en el cielo, no tener miedo a sentir empatía por el diferente, comprenderle, respetarle y, por tanto, no llegar a considerarle jamás como un mero objetivo o un efecto colateral de la causa, una respiración sacrificable, una existencia ajena y despreciable, un bulto al que disparar o desmembrar.

Vacunar

Pero no todo en la Educación es el dinero invertido. De qué manera se invierte. Cómo se emplean las voluntades ciudadanas y profesionales en hacer germinar en territorios hostiles de la sociedad las ganas de vivir, de Vivir con mayúscula. Cómo se enseña a leer, ¿sólo obligando a aprenderse las letras o inoculando la atractiva necesidad de conocer lo que encierran? Cómo vacunamos contra la radicalización, ¿enseñamos a respetar la integridad del otro desde la infancia por encima de cualquier creencia familiar?

Defendernos

Cómo pensamos evitar que mueran más dibujantes, escritores, actores, periodistas amenazados por los intolerantes. Los únicos culpables de su muerte son sus asesinos, pero eso no nos puede dejar inactivos. Hay que defenderse. No sólo hay que evitar que se incube el huevo de la serpiente, hay que combatir la serpiente que ya abandonó el huevo. No hay nada malo en ello. No nos podemos limitar a esperar saltar un día en pedazos cuando estemos con nuestro hijo en un restaurante de comida rápida que para estos salvajes sea el símbolo del imperialismo occidental, o en cualquier otra circunstancia infelizmente fortuita. Son preciosos los homenajes, y necesaria la catarsis de salir muchos a una por las calles de París o frente a las embajadas diciendo Yo soy Charlie. Pero los muertos no querían estarlo, ni convertirse en mártires de la causa de la libertad de expresión. Querían seguir dibujando.

Ahmed

Y Ahmed, el pobre oficial de policía, musulmán, ejecutado a sangre fría en el suelo por uno de los bárbaros cuando estaba herido, quería seguir viendo a su esposa a la vuelta de su trabajo en la brigada ciclista. Tenía sólo 42 años. El otro policía muerto tenía 49 y una niña de un año. Murió intentando defender a Charb, uno de los dibujantes asesinados. In memoriam... Porque hoy es sábado.