Parafraseando a Becquer: ¿qué es política? Política eres tú. Y tu vecino que te despierta con la música, y el panadero, la frutera, quien te sirve el café ahora mismo y aquel que te está leyendo el periódico por encima del hombro. Incluso tu vendedor habitual de cupones en la esquina del barrio. Él también es política.

No le culpo si, llegados a este punto, se pregunta a qué viene esta disertación. Pues por la cercanía de tres elecciones y para prepararnos para el bombardeo que vamos a recibir. Votar se ha convertido en rutina, casi en una costumbre molesta, como si nos obligaran a ver unos minutos del Levante-Elche, un partido que no nos interesa nada pese a ser un derbi regional y del que sólo queremos saber el resultado para cuadrar la quiniela. Parece que la política es cosa de otros, de gente que va a mítines, tienen un cargo que comienza por Excelentísimo y dan la mano a todo bicho viviente que se acerque a menos de cinco metros. Vamos, que podemos pensar que la política es cosa de políticos.

Esto nos lleva al manido, en los últimos meses, argumento de la «casta». En realidad ésta no existe como tal. Todos somos políticos porque con nuestra vida diaria podemos influir en el devenir del país. Tirar un papel al suelo, repetido miles de veces al día, provocará la sensación de suciedad y un aumento del gasto en limpieza, con dinero que habrá que quitar de otro lado o que se endurezcan las multas para ingresar más dinero. Eso es influir en la política. Y así con todo.

El problema de la «casta» viene de la percepción de que unos son los que hacen política y son unos privilegiados. ¿Pero es privilegiado el político electo o el que quiere aprovecharse de ello? ¿Acaso quien denuncia a la «casta» no empieza a serlo por el mero hecho de acceder a un cargo?

La campaña se acerca y la tentación de ausentarse de las elecciones es grande. Tres votaciones en un año pueden saturar al ciudadano, harto de peleas y debates a muerte sin soluciones. No caigamos en eso. Votar es necesario y una parte de un sistema que, con sus fallos, nos asegura libertad y capacidad de mejora. Porque al final, de algún forma todos somos «casta» al hacer política con sólo despertarnos. Somos una panda de políticos y sin saberlo. Con lo que los criticamos.