Las redes sociales han cambiado la vida definitivamente a millones de personas alrededor del mundo; a los cofrades, también. El caso es que nadie podrá negar que la comunicación de las hermandades ha mejorado bastante desde entonces, con canales de información muy útiles, pero es cierto que también ha ido creciendo un monstruo de considerables proporciones, cada día más cebado. Hablo del cuestionable uso que, en ocasiones, se hace de estos medios, y no me refiero a quienes se toman las cofradías con sentido del humor, sanamente. A ellos quizás haya que agradecer que rompan nuestra monotonía y nos hagan reír para variar.

Hemos llegado a tal punto de saturación que deberíamos preguntarnos si es lógico que una hermandad tenga más cuentas de twitter que un gobierno: la general, la del grupo joven, las de los hombres de trono, las de los submarinos -sabe Dios quién las controla y bajo qué criterios-. Ya sólo falta un perfil del grupo de camareras, compartiendo fotos de cómo planchan las enaguas y de las meriendas de los miércoles. Absurdo, ¿no? Estamos contaminados con un millón de perfiles de información sobre cultos, mientras que las añejas tertulias y el capilleo de toda la vida se esfumaron por internet. Y es que hay quien asegura que la próxima Semana Santa será difícil distinguir los ciriales delante de los tronos, entre tanto enjambre de palos de selfie y trípodes de cámara. Horror.

Pero lo peor de las redes sociales es que pueden generar un tráfico incontrolable de información seguramente no deseada, de fotografías de dudoso gusto, cotilleos y filtraciones que dan al traste con estrenos próximos, novedades o que, sencillamente, ni siquiera respetan los horarios de apertura de los templos. Adelantos que dejan a más de un albacea, vestidor o hermano mayor con cara de Berruguita. Un entretenimiento, en definitiva, del que también disfruta esa masa digital de cofrades que luego tanto se echa en falta a la hora de la verdad.

Habría que replantearse cómo usamos las redes sociales, ahora que sabemos cómo funcionan. Y no ya hablando de cofradías, sino para todo. No sé si son el quinto poder, el sexto o el noveno; lo que sí sé es que tienen el poder de sacarnos de quicio.

@pabloMapelli