Se ha anunciado una bajada del precio del gas natural en un 2,4% para la Tarifa de Último Recurso (TUR), a la que estamos adheridos la mayoría de usuarios, como consecuencia de la caída del precio del petróleo, dado que su precio tiene una relación directa con el precio del gas en los contractos de importación. Algunos medios se apresuraban a calcular qué representaría para las familias esta bajada y cuál era el ahorro resultante. A pesar de la bajada en el precio, el sistema gasista tiene muchos otros costes que también tenemos que valorar.

Por ejemplo: 1) Las centrales de ciclo combinado que queman gas para generar electricidad reciben un pago por capacidad, es decir, son remuneradas aunque no entren en funcionamiento. El coste se calcula en unos 700 millones/año. 2) Las previsiones al alza del consumo de gas del Estado español han provocado que en el año 2012 este tenga que exportar parte de sus importaciones a Japón, Turquía, India y Brasil. 3) A partir de 2016 pagaremos los 4.700 millones del almacén de gas Castor durante 30 años a través de la factura del gas. 4) La Unión Europea proyecta multimillonarias infraestructuras con el apoyo de dinero público. Entre ella un gasoducto de Azerbayán a Italia y otro desde Argelia también a Italia. 5) Los suministradores de gas como Argelia y Azerbayán tienen gobiernos corruptos y autoritarios que se nutren de la venta de hidrocarburos y reprimen cualquier tipo de alternativa política y/o ciudadana en sus territorios.

Es decir, la bajada de precios no puede ser presentada en positivo como si fuera una medida caída del cielo para reducir la pobreza energética, eximiendo así de responsabilidad a las empresas gasistas. Desgraciadamente, suba o baje el precio, los costes económicos, ambientales y sociales del sistema gasista siempre suben. Depende de qué se quiera contar.