No sabe uno si sería más fácil que De la Torre se afiliara a Ciudadanos. Acabaría antes. Muestra tanto amor a los postulados de esta sigla y esconde tanto las suyas que lo tiene fácil. Ayer, el candidato del PP dijo aceptar los ocho puntos que el partido de Albert Rivera pone como condición para los pactos. El naranjismo ha parido los ocho mandamientos de la Ley de Rivera y el alcalde los acepta como si ya fuera miembro de esa Iglesia. Amén. Claro que falta por ver si los obispos de Génova tragan. Es De la Torre el único alcalde de gran ciudad que les puede quedar, así que tampoco se tienen que poner muy mijitas. Entre tanto, la izquierda trabaja. Esta última oración no sido siempre fácilmente conjugable. Francisco Conejo, que en estas situaciones es como pez con placton doble, tienta a Juan Cassá para que apoye un gobierno de izquierdas. Eduardo Zorrilla dice que no quieren acuerdos globales en la provincia, sino que irán pueblo a pueblo. El pueblo grande es Málaga y ahí, afirma con lógica, que trabajarían para desalojar a la derecha. Está claro que la tercera pieza a seducir es Ysabel Torralbo, líder de Málaga Ahora, cuatro concejales, que al parecer se entiende bien (y si no se soportan qué van a decir...) con María Gámez, cabeza de lista de los socialistas. Hoy hay rueda de prensa en Málaga de los dirigentes de Ciudadanos. Las ruedas de prensa han sido toda la vida un coñazo insoportable, si es que hay coñazos soportables. Ahora sin embargo, se esperan como los estrenos de Woody Allen o la llegada del Circo del Sol. Nótese que en algunas de esas ruedas de prensa hay también expertos en fugas, equilibristas, artistas de la supervivencia y hasta prestidigitadores. Entre De la Torre, los cazafortunas, la izquierda y todo el personajerío que rodea a las negociaciones en la capital, ya está tardando en salir Groucho Marx con eso de «estos son mis principios; si no le gustan tengo otros».

El sábado se reúne el comité federal de los socialistas. Pedro Sánchez ha convocado una cena el viernes con los notables del partido en toda España. Ya decía Julio Camba que las cenas con más de cinco son fragmentarias e indigestas. Si la reserva es para un restaurante de carne o de pescado eso podría darnos una pista sobre si la preferencia del PSOE es por Podemos o por Ciudadanos. Sánchez y Susana Díaz tenían previsto verse ayer pero no se vieron. Uno no sabe por qué se dice eso de que se llevan mal. No les da tiempo a llevarse. No se ven. La excusa oficial es que había que ajustar las agendas, lo cual puede ser una mentirijilla para inocentones o que Sánchez tuviera hora en la peluquería o que Díaz tuviera cita con Teresa Rodríguez, a ver si ésta se ablanda y en vez de hacerle un traje la inviste. Cada vez que uno oye eso de ajustar la agenda, y van tres, se imagina a un tío en camisetas de esas como las de los domadores de circo de principios de siglo, a rayas y tirantes, apretando una agenda física, una libretilla, por ver si la encaja en un cajón que es ligeramente más grande, sólo ligeramente, que la agenda.

Hace cosa de dos meses, en la cafetería del Thyssen, este cronista le preguntó a Margarita del Cid, tomando un cortadito, si no le gustaría alguna vez ser alcaldesa de Torremolinos. Así, como el que pregunta si le gusta Romero de Torres o prefiere a Moreno Carbonero. Por hablar de algo, vaya. Ahora los Ciudadanos de Torremolinos, que tienen la llave (¿a esta gente les regalan un llavero al afiliarse?) para convertir en alcalde a José Ortiz del PSOE, o permitir que siga el PP, quieren que bajo ningún concepto continúe Fernández Montes, lo cual da opciones a Del Cid. Del Cid no respondió a la pregunta, que para eso es política. La verdad es que llevó la conversación a otros derroteros más interesantes y además pagó el café, costumbre esta por cierto, la de dar un café a los plumillas por la mañana, que se está perdiendo al igual que se pierde la costumbre en las empresas de pagarles una nómina decente. Estos días tiene la posibilidad de contestar. A su partido y a Torremolinos. Así, en general, se está poniendo interesante la cosa, que es lo que debió decir Napoleón cuando avistó Waterloo. La política hace extraños compañeros de calma, pero ese lecho está vacío, porque todos están de los nervios Hay como alcaldías volando, a ver quién es más rápido en cazarlas.