El español medio no percibe que la economía haya mejorado tanto como dice el Gobierno. Así que el Gobierno ha decidido mejorar la economía del español por decreto. O sea, baja el IRPF y Juan Español encuentra de repente que su nómina ha crecido un piquito interesante. A ver ahora quién es el guapo con cincuenta euros más en el bolsillo que dice que España no va bien. Ese es el precio que Rajoy cree que tenemos. Opina que por lo que cuesta llenar un tanque de gasolina cambiaremos nuestro diagnóstico del país y además le votaremos. No estoy nada de acuerdo en quienes afirman que esto es electoralismo barato. Les ha salido caro: 1.500 millones de euros. Esa es la cifra de dinero que va a ponerse en circulación y que antes se quedaba el fisco. La gran pregunta es, ¿si estas cosas que nos alegran un poco la vida pueden hacerse por antojo por qué no se hacen más a menudo? Rajoy no está devolviendo a los españoles el esfuerzo que han hecho, como gusta decir, simplemente ocurre que en este renacer de la avaricia bancaria (a mi, ocho euros cada dos por tres por mantenimiento de cuenta), del resurgimiento de los mercados y del ascenso de la pasta que ganan los monopolios, uno de sus socios, que gobierna España, ha pedido un poco de árnica y se la han dado. «Anda, anda, súbeles algo la paguita a ver si se comportan», podría haberle dicho un poder fáctico (mientras fuma un puro y menea la copa de gin tonic) a Rajoy. Súbeles la paguita a los pobres, como diría un padre eufórico a una madre un viernes delante de dos hijos adolescentes pidiéndoles la asignación para largarse a dar un voltio con la peña. El electoralismo de Rajoy tiene muchos calificativos. A mi me gusta el de bendito. Sí. A mí dame IRPF (bajado) y dime tonto. Al español le gusta más una bajada de impuestos que criticar al vecino, que ya es decir. Los economistas dicen que bajar los impuestos aumenta la liquidez y reactiva el consumo. Bueno, lo dicen los miércoles y tal vez los días pares. Si es martes tal vez afirman que la mayor recaudación fiscal aumenta la inversión estatal y crea estimulo y por tanto riqueza y empleo. Los economistas son muy de tener tres o cuatro teorías para la misma cosa y según convenga. No falta quien a estas diferentes posturas las denomina ideología. Los que creen que la base de una ideología es la economía tienen mucho predicamento. Así nos ha ido, claro. Son los que consideran números a las personas y hablan de gasto en lugar de inversión cuando se refieren a sanidad o educación. Rajoy nos baja los impuestos y se nos alegran las pajarillas, las sonrisas se agrandan, las nubes desaparecen, el vecino parece más simpático y la cerveza barata nos sabe mejor. Nos sentimos más ricos. Menos pobres. Mejor pagados. Sin que nuestra empresa haya hecho nada. La sensación dura menos que un enamoramiento y más que una gripe. Este mes es como si el Gobierno nos convidara a un almuercete. No. No le quepa duda que tiene preparada la factura.