Por algún motivo que está por estudiar, la fuga de delincuentes de cárceles de alta seguridad concita un especial interés por parte de la opinión pública. Seguramente la misma opinión pública que exigió antes el encarcelamiento de ese mismo criminal por la gravísima entidad de sus delitos. Es un proceso que se da con cierta periodicidad y puede llevarnos a concluir que más que los sentimientos de justicia y de seguridad, lo que la gente aprecia realmente es el espectáculo de la peripecia. Y da lo mismo que el que se fuga, o evade de sus grilletes, sea un criminal, o el mago Houdini que voluntariamente permite que lo esposen, lo encierren luego en un saco y lo metan acto seguido en un arcón que irá a parar a las profundidades de un lago . En el fondo late la idea de que ,una vez preso y enjaulado, al delincuente solo le queda un derecho: fugarse por cualquier procedimiento, ya que la aceptación de la condena no es un derecho suyo sino de la sociedad que lo ha juzgado según su particular escala de valores. En España, tuvimos el caso de El Lute, un individuos marginal que pasó de ser temido y despreciado a convertirse en un héroe de buena parte de una ciudadanía que, quizás por padecer una ominosa dictadura, valoraba el arrojo de quienes se resistían a ser privados de libertad, cualquiera que fuese la causa. En su primera huida, año 1966, El Lute se arrojó de un tren en marcha en el que lo conducían a prisión y cinco años más tarde protagonizó una fuga espectacular del penal de El Puerto de Santa Maria. Y tanta fue su fama que en su ultima detención los mismos guardias civiles que lo habían capturado quisieron hacerse una foto con él para guardarla como recuerdo. A partir de ahí, El Lute sufrió una ejemplar evolución, consiguió terminar la carrera de Derecho, se hizo abogado , escribió más de un libro de éxito, y participó en numerosos foros sobre métodos de reinserción de delincuentes. No es esa ,desde luego, la trayectoria de Joaquín 'el Chapo' Guzmán, un mexicano considerado como el mayor narcotraficante de droga en el mundo, que acaba de evadirse de una cárcel de alta seguridad. Para bochorno del gobierno y de las autoridades mexicanas, los pandilleros afines el Chapo construyeron un túnel de 1.500 metros de largo desde la prisión hasta una casa cercana y a una instalación militar. El túnel, en el que hubo que desalojar 3.200 toneladas de tierra, estaba perfectamente ventilado e iluminado y disponía de una moto para desplazarse por dentro. El gobierno de Peña Nieto, que se negó a extraditarlo repetidamente a Estados Unidos alegando que debía de juzgarlo primero en el país, ha quedado en una situación enojosa y deberá dar explicaciones convincentes sobre previsibles connivencias oficiales en la fuga del Chapofotógrafos que ya es la segunda en 14 años. Las fugas de prisión suelen animar muchas películas. En mi niñez y adolescencia vi no pocas, y me sabia de memoria todos los trucos que se empleaban. Desde hacer túneles de angustiosa estrechez hasta descolgarse al exterior con una cuerda hecha con restos de tela, o directamente abrirse paso a tiros o a cuchilladas.