Si les da por buscarme mañana al mediodía, que lo dudo, estaré en casa. Ya puede hacer un día esplendoroso en este bendito veroño, con perdón, que ha invadido Málaga estos días, que estaré encerrado en mi hogar, delante del televisor para ver la última carrera del año en el Campeonato del Mundo de MotoGP. Por dos razones. La primera, porque la retransmiten en abierto. Después de haberme tirado años en mi adolescencia viendo a Crivillé y a Checa dar vueltas y vueltas durante el almuerzo e incluso de madrugada, estos nuevos tiempos de televisión por cable y emisiones en falso directo me han hecho abandonar el seguimiento de un fin de semana de motos como Dios manda. Y la segunda razón por la que voy a desplegar ante mí una bandeja de alitas de pollo y una cerveza de no menos de un litro ante mi televisor, es por que se va a liar. Me llevaría una decepción bastante grande si en Cheste sólo se ve una carrera de tantas que concluya con dos españoles en el podio y un campeón, sea el que sea, ganándoselo en la pista. Rossi o Lorenzo. Lo que estas dos semanas se ha vivido en el mundo de las motos ha sido tan esperpéntico como los jugadores del Barcelona disfrazándose de monstruitos en el vestuario del Getafe o la enésima movida judicial de Karim Benzema. Muy lamentable todo. Lo que pasó en Malasia, se queda en Malasia, parece que le han dicho a todos los presuntos implicados del combate del domingo: Rossi, Lorenzo y Márquez. El pobre Márquez, que no tiene opciones de ganar el Mundial y que, por ser ambicioso y querer ganar y hacerlo lo mejor posible en cada carrera, se llevó una patada hace dos semanas y un allanamiento de morada televisivo hace una.

Visto lo visto, se puede esperar cualquier cosa mañana. Que un piloto italiano tire a Lorenzo. Que un español tire a Rossi. Que Rossi intente tirar a Lorenzo. Y a Márquez, de paso. Si esto fuera como un Madrid-Barça, tras mucho ruido acabaría en pocas nueces y empate a uno, pero esto son las motos, y los aficionados dicen que no tiene nada que ver con el fútbol, que de lo contrario los aficionados ya se habrían matado unos a otros, y que habrá buen rollo en la grada. Espero que sobre el asfalto no. Porque si estas dos semanas solo sirven para que al final, en una épica carrera y para delirio del graderío español, el podio lo ocupen Lorenzo, Márquez y Pedrosa y el mallorquín gane el Mundial, menuda decepción, ¿no?