La otra noche fui a una fiesta. Dado que es un acontecimiento en mi vida, me decido a compartirlo con ustedes. Hablé con una chica inglesa que me dijo que le gustaba estar todo el día en pijama y que como su trabajo podía hacerlo desde casa, decidió venirse a vivir a un sitio con mar. Espero que a la playa no vaya también en pijama. Llevé una botella de vino. Yo soy muy de llevar una botella de vino. Así, si te invitan de repente te pilla con la botella comprada. Si no te invita nadie a nada te la bebes tú con un salpicón de mariscos o un par de huevos fritos. Ya luego te echas una siesta. Pero no hasta muy tarde, no vaya a ser que te telefoneen para invitarte y te pille dormido y te pierdas la fiesta. En las fiestas siempre hay alguien que pregunta dónde está el hielo. Obviamente está en el congelador. Llegué a la fiesta a las nueve y tres y la pregunta la formuló un chico alto y rubio, que trabaja en bolsa, a las diez y cinco. Para entonces yo había ido ya dos veces al congelador. Tal vez por eso sentí frío justo cuando los asistentes empezaban a quitarse prendas superfluas. El día que vaya a una fiesta y no me acuerde de Peter Sellers en El guateque habré avanzado mucho. Alguien sacó croquetas. Un anfitrión tiene que tener mucha seguridad en sí mismo para sacar croquetas en una fiesta. O eso, o una abuela dispuesta. Si muerdes una croqueta y el sabor es infame, la masa chiclosa y está poco crujiente es ese el sabor que te vas a llevar como recuerdo de la fiesta. No lo vas a olvidar ni a mejorar por mucho buen vino que bebas. Sin embargo, estas croquetas estaban sublimes, por usar un adjetivo sólo manido a medias. A los adjetivos les pasa como a las palomitas, que enseguida dejan de estar crujientes. En una fiesta de sustantivos todos se pelean por el adjetivo. A un alimento que está rico hay que ponerle un adjetivo delicioso. El adjetivar es un arte más de la cocina. Te sale una langosta estupenda y vas y dices que «la langosta está bonita» y ya has estropeado la receta, dado que una langosta en condiciones es magnífica o excelente o incluso incomparable, pero no bonita. En la fiesta no hubo adverbios. Lo comprobé empleando uno: fácilmente. La otra noche fui a una fiesta. Hubo quien sólo comió metáforas, si bien no faltaron los canapés de salmón, ni las rodajitas de sandía, ni las conversaciones en varios idiomas. Cada vez que hablo inglés me entra dolor de oído, dado que puedo abrir la boca muy poco. Acabó antes la fiesta que las croquetas. Terminé abrazado a un sustantivo común. La del pijama huyó con un adjetivo posesivo.