Hagan juego, señores. O lo que sean. Pero hagan mucho. Malos tiempos para los que confunden inestabilidad con pluralidad. Dicen que las democracias asentadas son aburridas. Incluso previsibles. Los comicios se van sucediendo y van alternándose en el poder y la oposición las formaciones con más o menos tradición e historia. Pero Spain is different, como decía aquel añejo, franquista y exitoso lema turístico. Bueno, Spain y Francia, visto lo visto. E Italia, hace unos años... Y tantas naciones. Cada cual a su manera. España se incorpora plenamente a esos usos pluripartidistas con los que ya había coqueteado, y de qué manera, en europeas y municipales. Las democracias parecen haberse vuelto en parte proclives a la diversión o a los sobresaltos. Adictas a la emoción que produce que los políticos tengan que entenderse entre ellos. Al diálogo. Y, sobre todo, en España, cala la novedad, cala la indignación rabiosa y la indignación tranquila. Cosas de la crisis y de que las recetas no se muestren del todo efectivas para que podamos llegar a fin de mes, que no es pedir tanto a tanto vocero de la necedad.

El bipartidismo enferma de gravedad pero los enterradores apresurados no van a poder excavar la tumba tan profunda como pensaban. No puede descartarse, más bien en absoluto, que uno de los dos vuelva a gobernar. «El turnismo ha muerto», proclamaba anoche Iñigo Errejón al filo de las nueve y media de la noche. El ´emergismo´ ha tenido diferente suerte. Ciudadanos ha defraudado las expectativas aún teniendo el meritazo de entrar en unas generales a las que por primera vez concursaba con un montón de diputados. Empero: parte del personal le ha visto a los naranjas las costuras de la no ideología. Ciudadanos parece configurarse como el partido de los exvotantes del PP. Por ahora es un apéndice más que un partido que pueda por sí mismo gobernar. A Podemos le ha funcionado la épica de la remontada. Al principio de la campaña, el que suscribe creía que era un error por parte de la formación morada el hablar de remontada. O sea, darse implícitamente como perdedores. Pero se ve que la épica que eso representa ha resultado atractiva. «Se estudiará en el futuro», decía el lugarteniente de Iglesias. Con todo, no sería extraño que tanto Pablo Iglesias como Albert Rivera sean algún día no muy lejano presidentes del Gobierno. La mayoría de los que lo han sido no han ganado unas elecciones a la primera. Ni a la segunda. Parece que se ha competido más por el segundo que por el primer puesto.

El PSOE aguanta. Y aguanta bien para lo que se le auguraba. Rubalcaba sacó 110 escaños. Este de Pedro Sánchez es el peor resultado de los socialistas en unas generales pero tan distinto es el contexto y tan negras algunas de las prospectivas que se presentaban como ciertas, que sus escaños, rozando los cien, pueden granjearle cualquier cosa. Si hubiera una izquierda dispuesta a gobernar, sería Sánchez el que tendría la iniciativa de ese espacio ideológico, ¿se lo permitirá Podemos?, ¿se vería legitimado para ser presidente?, ¿se abstendría Rivera de votar a un presidente promovido por Podemos y el PSOE? El de los socialistas era el espacio que todos anhelaban. Se repartían su electorado como avaros herederos trocean una hacienda. Pero la retiene el propietario original finalmente.

Es el Partido Popular el que sufre una pérdida, fuga, desafección de proporciones colosales. No tiene fácil gobernar. Y qué habría pasado si Rajoy no va al programa de Bertín...

Escenario novísimo. Los nacionalistas van a tener de nuevo mucho que decir. Que rascar. Mucho que pactar para llevar el ascua y el fuego entero si pudieran a su sardina. El partido de Artur Mas, no obstante, no se clasificaría ni para la Intertoto. Quinto en Cataluña. Una buena noticia para el sentido común, del que ese señor y su partido se alejaron mucho tiempo atrás.

En Málaga gana el PP en votos y en escaños, cuatro por tres del PSOE. Fuerte retroceso de los populares (tenían seis) que sin embargo en su particular liga con los socialistas salen vencedores. Con todo, harían mal en beberse el champán, claro. Ahí es nada dejarse más o menos veinte puntos porcentuales de apoyo. Nada menos. Tiempo habrá para el navajeo y las comparativas. Y para hacer juego.