Nuevo tiempo, por Gerardo Hernández Zorroza

Pensamos en exceso, vivimos instalados en lo que coloquialmente llamamos «la cabeza», desconectados de nuestro sentir auténtico, de nuestro «corazón». Conocemos que los grandes descubrimientos surgieron en momentos de relajación (la manzana de Newton), o tras una siesta, un descanso vacacional, etc..., pero seguimos insistiendo en pensar demasiado -y complicar más las cosas- y olvidamos, a menudo, acudir a nuestro sentir. Ha sido y es habitual disputar desde «la cabeza» por lo que pensamos, haciéndonos dificil así entender al otro, escucharlo y sentirlo desde eso otro que entendemos por el «corazón» y que nos conecta, nos ayuda a entendernos. Acostumbrados a pensar en un mundo escaso, de ricos y pobres, de poderosos y plebe, de cultura del esfuerzo y la competición, se nos olvidó a la mayoría el desarrollo de nuestros dones y talentos, y fuimos llevados a pensar más como máquinas que a sentir como personas. En estos tiempos de cambio nos vendría bien, entiendo, arbitrar fórmulas de entendimiento, donde nos atrevamos a debatir no solo sobre cuestiones superficiales que pensamos troncales (la prima de riesgo, por ejemplo), sino acordar sobre cuestiones humanamente relevantes, que permitan unirnos en lo verdaderamente importante y eviten enredarnos en más guerras interesas. En soluciones a la antigua.

Adiós otoño, adiós, por Antonio Romero Ortega

Escribo estas líneas el 21 de diciembre de 2015, con una temperatura a la sombra de 16 grados centígrados (¡frío glacial!). A partir de esta fecha, vendrán algunos días fríos y otros templados para, a partir de febrero, que en Málaga puede decirse que es tiempo casi preprimaveral, soportar una inestabilidad continua hasta que de nuevo nos sofoque la implacable y larga canícula. No obstante, y contra toda evidencia, la gente parece ansiosa por ver marcharse al noble, silencioso y hermoso otoño. No entiendo el asombro que el público siente cuando comprueba que, contra sus prejuicios, son los días otoñales los más bonancibles del año y los primaverales los más revueltos y desagradables.

Todos los años, insisto: todos, basta con darse un paseo por un paseo marítimo en octubre, noviembre y buena parte de diciembre, para percatarse que, de todas todas, el ambiente es más grato y sereno en estos meses que en marzo y abril, cuando la temperatura del agua en el Mediterráneo es la más fría del año. Mucho se habla del cambio climático, pero los que no cambian jamás son los prejuicios humanos.

Embudos para medir agresiones, por Miguel Ángel Loma Pérez

Parece dominante el eco que concluye en que la agresión del cobarde y brutal puñetazo propinado a Rajoy por el menor de solo 17 años y 9 meses carece de interpretación política; pues dicen que estaríamos ante un hecho aislado que, sólo interpretado desde la derecha más cavernaria, cabría vincular con valoraciones políticas. Y aunque sabemos que el agresor es un niño bien de la extrema izquierda independentista gallega, que se define como antifascista, simpatiza con Podemos y por las redes sociales se ha mostrado amenazante contra el PP; sin embargo, muchos nos lo han presentado como un simple ultra del Pontevedra. Pero, ¿qué sucedería si se hubiera tratado de un joven agresor de la extrema derecha radical y que hubiese amenazado por ejemplo a Podemos? ¿Y si además el agredido, en vez de un presidente de Gobierno del PP, hubiese sido un presidente socialista, y a la agresión la precediera un tenso debate donde le hubiera llamado «indecente» el líder del PP? Pues que todo cambiaría. Y los mismos que ahora rechazan interpretaciones políticas y que hablan de un hecho aislado, calificarían la agresión de fascista, nos alertarían de una creciente amenaza fascista y señalarían al PP como responsable de favorecer un ambiente profascista. Sin descartar múltiples manifestaciones antifascistas. Y no cabría que el presidente se negase a denunciar al agresor, pues se interpretaría como debilidad ante el regreso de las negras tramas fascistas. La vieja ley del embudo, vaya..., del embudo fascista.