Menuda inocentada. Resulta que en las pasadas elecciones catalanas aproximadamente el 50% votó a partidos independentistas y otro 50% a partidos no independentistas. De los independentistas, que también están divididos, la mayoría votaron a la coalición de Esquerra y Convergencia, es decir, la mitad de izquierda y la otra mitad la derecha catalana de toda la vida. De los que no eran de ´Junts pel sí´ están los de la CUP, que a su vez están divididos en un exacto, asambleario y sorprendente 50%. Como sigamos dividiendo al final va a acabar decidiendo una sola persona, con lo que al final uno duda de si la democracia está sobrevalorada.

Retorciendo los argumentos, recientemente oí que a Málaga le vendría fenomenal una independencia catalana pues se convertiría en la Barcelona de España, pues su parecido es alto y sería una gran alternativa. En mi opinión es un argumento retorcido.

Como retorcido es darle tanta importancia al asunto del independentismo. Se ha tratado mal por muchas partes, pero el problema es poner en primer plano un tema que no es realmente el principal problema real de los ciudadanos. Problemas reales son el trabajo, la justicia, la sanidad, la corrupción, la igualdad de oportunidades, etc., pero no la construcción de fronteras, naciones y demás palabrería que parecen sacadas de una partida de Risk navideña.

Pareciera como si los partidos nacionalistas hayan canalizado la frustración de los problemas reales de muchos catalanes hacia su problema virtual de fronteras. Y en ese callejón nos encontramos con la paradoja de que el éxito de una nación catalana, y el devenir del país con más años de historia de Europa, puede ser decidido por algunos antisistema que ya de por sí definirse como antiloquesea, asusta. Prefiero que nos encarguemos de los problemas reales de personas reales.