Hoy hay concentraciones en todas las capitales de provincia de España para manifestar el rechazo al acuerdo UE-Turquía. Después de cinco años de guerras y más de cinco millones de refugiados esta es la respuesta de Europa. La portavoz del Partido Verde Europeo fue muy clara en su interpelación a los jefes de gobierno y de estado de la Unión Europea: como podéis dormir por la noche, pensando expulsar a los refugiados a Turquía, donde podrían ser devueltos a Siria o Irak. Esta actitud que sólo puede calificarse de falta de decencia moral.

No podemos inhibirnos ante el sufrimiento de los refugiados, en primer término, porque el problema lo hemos creado los estados del primer mundo. Y, aunque no fuera así, porque cada uno de nosotros, en tanto que personas, tenemos una capacidad moral innata que nos permite distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando todo lo que nos puede servir de guía es nuestro propio criterio. Emanuel Levinas, filósofo lituano, decía: «Todos somos responsables de todo y de todos los hombres sobre todo…»

El abandono de los refugiados es una indecencia moral. Lo es dejar a su suerte a cientos de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos sin refugio, bajo la lluvia y en barro. Pero no tiene nombre tratar de devolverlos a Turquía, desde donde pueden ser expulsados a Siria, lo que equivale a una condena de muerte. Dieciocho han sido los refugiados acogidos por España. ¡Dieciocho! No podemos ser cómplices de la inhibición de nuestro Gobierno en este asunto con nuestro silencio. Para hacer patente nuestro rechazo a una política moralmente repugnante, hoy debemos acudir a las concentraciones convocadas por los sindicatos y apoyadas por todos los partidos políticos, excepto por el Partido Popular.

Pero además de moral, el problema de los refugiados tiene otras connotaciones, una de ellas es la medioambiental. No debemos olvidar que tanto las guerras de Irak como de Siria tienen su origen en problemas ambientales. La primera, enmarcada en lo que se conoce como guerras por los recursos. La segunda, como consecuencia de una brutal sequía que produjo el desplazamiento masivo de personas del campo a la ciudad y la incapacidad del régimen sirio de satisfacer sus necesidades básicas. A esta circunstancia se unió el declive de la producción petroleara siria y los menores recursos económicos que obtenía el Estado. Ello se tradujo en la incapacidad del Estado para seguir subvencionando el precio de los alimentos básicos. Ha sido la sequía y la guerra las que han conducido al éxodo masivo de personas hacia Europa. Falta de lluvias que se ha traducido en el fracaso de un Estado: Siria. Y guerra que, como todas, tiene su propia ecología destructiva del medio ambiente, más allá de la destrucción que trae y la extracción de recursos que supone. A este panorama debe sumarse el acrecentamiento de las desigualdades existentes que provoca el cambio climático.

La segunda de las connotaciones que tiene el problema de la crisis de los refugiados que vivimos es política. Por una parte, la solución que negocia la unión Europea con Turquía es expresión de una conocida doctrina de seguridad: el desplazamiento del conflicto hacia terceros países, fuera del territorio europeo. Se produciría de esta manera un cierre virtual de la frontera exterior europea, que delegaría en terceros países, como este caso Turquía, aspectos del control de fronteras. A la vez las autoridades de la Unión Europea crearían una «inocencia formal» ante los conflictos que pudieran producirse. Todo ello al coste de una cantidad de recursos económicos sensiblemente inferior que la que supondría la gestión de la crisis dentro de las fronteras europeas. La segunda vertiente, como señalaba la portavoz del Partido verde Europeo en su interpelación, sería el fin del derecho a buscar y solicitar asilo en la Unión Europea.

¿Qué hacer entonces? La crisis de los refugiados tiene que servirnos como activación de nuestra responsabilidad y como advertencia y alerta que ésta no es una cuestión de seguridad, sino una manifestación de problemas ambientales como el cambio climático o las guerras por los recursos. Ante ello tenemos dos opciones: incrementar las medidas de seguridad y concebir la política climática como una parte de la política de seguridad, o bien entender que los problemas ambientales son problemas sociales, en cuanto que afectan a la supervivencia de individuos y sociedades. Ni tengo la solución, pero sí sé que la palabra crisis tiene entre sus muchos significados los de «punto de inflexión», «selección» o decisión, que de ella deriva la palabra criterio, entendida como «capacidad para formar un juicio» y también deriva la palabra crítico, entendida como «apto para juzgar», «crucial» o «decisivo». Resolvamos, pues, esta crisis con criterio y con sentido crítico, lo cual es diametralmente opuesto a la solución que se pretende adoptar. Hasta el próximo miércoles.