Celia no se calla. Por eso hay gente a la que no le cae bien. Celia divierte, Celia entretiene. Tenerla ahí es siempre un seguro. Con Celia de por medio sabes que recurrentemente vas a tener portadas. Ella no calla, ni falta que le hace. Ella es Celia. Punto. No se llama ni José María ni García. Ella es mucho más que eso. No necesita apellido. Ella es feliz con su micrófono y con su periodista con el capote. Ya está ella para embestir y entrar al trapo. Bendita sea Celia, que nos da diversión y declaraciones.

A ella no se le caen los anillos por decir lo que se le pasa por la cara. Los chóferes tontos, los huesos para el caldo y tal son sólo anécdotas dentro de la carrera política de una mujer que en algún momento ha dado la impresión de haberse enfrentado a sí misma. Celia es puro ardor guerrero.

En Málaga, Celia tiene un ejército de defensores entre los ciudadanos. No obstante, ella fue la que puso la política local a la altura de los mercados, las carnicerías de barrio y el hogar del jubilado. Celia, sin embargo, no tiene tantos amigos dentro de su partido. Le temen más que a una vara verde porque nunca deja de pasarse la estrategia de la organización por el arco del triunfo.

Celia no necesita listas para ser el número uno. Y lo sabe, por eso lo explota. Ella se ha convertido en un personaje de ficción, en pura fantasía. Las más de las veces, una caricatura de sí misma. Porque el tiempo no perdona, y Celia ha sido capaz de desarrollar las virtudes del corcho para no hundirse nunca en el panorama político menos favorable para los suyos. Celia flota, Celia enseña, Celia entretiene. ¿Cómo no la van a poner en cabeza de lista? Yo no quisiera ver enfadada a Celia. Otra vez.