Pasar por el lateral este del Cine Astoria se me antoja cada vez más un deporte de riesgo. El edificio más caro de la historia de esta ciudad produce miedo no por su lamentable estado de abandono por parte del Ayuntamiento de Málaga sino porque empieza a dar la impresión de ser un viejo achacoso. Una estructura que está pidiendo a gritos que alguien le haga caso.

El Astoria cumplirá, digo yo, con todas las medidas de seguridad, pero pasar junto a él da de todo menos la sensación de pasear a salvo. El cine se ha convertido en un icono de la nefasta gestión inmobiliaria del Ayuntamiento, que decidió asumir los errores de la resaca de la borrachera de excesos de la burbuja. Millones y millones de euros invertidos en una escombrera.

El Astoria tiene un nombre precioso, de hotel neoyorkino de los buenos, pero tiene una pinta que acojona. La parte final de calle Victoria está cubierta por una cornisa en la que nadie cae€ hasta que caiga. Que a lo mejor no lo hace, claro, pero confianza no transmite, eso sí te lo digo yo.

Tanta plaza renovada, tanto centro picassiano, tanta uralita fuera en el cine de al lado pero el paso obligado de los turistas a los que tanto loan las autoridades está presidido por una reliquia mal conservada. ¿De qué nos sirven las Casas de Campos si la vista se nos va al mastodonte abandonado?

Pedir soluciones a mitad de la legislatura es una tontería, ya lo sé, pero qué sé yo, un proyecto, una idea, un plan de futuro... El viejo Cine Astoria está entre muerto y agonizando y nadie le hace mucho caso. El caso es resucitarlo o matarlo del todo, pero no dejarlo así.