Es un monstruo oscuro, verde, gigante. Un cocodrilo me acecha mientras camino por la calle Larios. El terral da una tregua en Málaga, pero se ha vuelto Orlando furioso: ha muerto a tiros una muchacha que sólo quería cantar, decenas de chicos que sólo querían jugar al amor en una discoteca y un niño arrebatado por un cocodrilo de las manos a un padre que nunca más sonreirá en Disneylandia. No puedo con ese horror cuando paseo por mi ciudad. En lo sucedido en la ciudad norteamericana de Orlando no hay nada de poema caballeresco -«Orlando furioso», cantar de gesta del siglo XVI-. Sólo hay algo que repta y nos amenaza a todos. Y es no sólo un cocodrilo asesino en el estanque de un parque de atracciones€

Violentos

El fútbol nos tenía ayer a muchos ante el televisor en esta campaña electoral del desencanto, a pesar de los hábiles ejemplos de comunicación y marketing en algunos partidos (el último, el vídeo de los sillones de Podemos). Jugaba España contra Turquía con el miedo de más violencia entre hinchas. El día antes del encuentro dos ciudadanos españoles habían sido atacados por hinchas rusos en Alemania. Probablemente fueran de los que protagonizaron esa vergonzante batalla campal en Marsella contra hinchas ingleses. Estuve hace poco en la ciudad francesa, lo conté en esta página, y por eso me dio tanta pena ese destrozo en una ciudad que es un poco Málaga. Una Marsella que intenta quitarse el pasado estigma del narcotráfico apostando por la Cultura, y que no se merecía eso. Ninguna ciudad lo merece. Pero apenas reaccionamos, creo, a los avisos del caimán (o de la serpiente y su huevada).

Puñetazo

No quiero sacar de quicio las cosas, pero no sé por qué hay que minimizar la importancia de algunas. Por ejemplo, no me pareció que se la diéramos al puñetazo que le dio aquel chico en Pontevedra al presidente del Gobierno, estuviese o no en funciones. Con «dar verdadera dimensión al puñetazo» no pretendo decir que deberíamos haber tratado al menor que le agredió como a un magnicida, sino que deberíamos haber escenificado mucho más nuestro rechazo a la agresión como algo absolutamente inaceptable y muy muy grave. Deberíamos defender entre todos, apretados como dedos que agarran el mango de un escudo gigantesco y sin fisuras, la intocable simbología democrática de un presidente electo. Da igual que haya sido elegido por porcentaje de voto directo o acuerdo parlamentario, como permite nuestra democracia. Y, por supuesto, da igual que fuera Rajoy el presidente o que lo hubiera sido Pablo Iglesias (lo especifico contra el asfixiante sectarismo que cierto partidismo tribal encierra).

Por Jo Cox€

Pero no se puede comparar el dolor de cabeza de Rajoy y su compra de unas gafas nuevas con perder la vida. La diputada laborista Jo Cox, por ejemplo, de tan sólo 41 años, ya no podrá comprarse la suya. Ni su viudo, que trabajó durante años en Save the children, podrá ya salvarla nunca ni evitar que sus dos niños se críen sin madre. Se la han robado para siempre en Yorkshire, la ciudad de esos perritos como peluches que encerraba el lobo peligroso que la tiroteó y la apuñaló hasta la muerte. Deseo que Gran Bretaña reaccione sacando con firmeza lo mejor de sí misma en la sagrada defensa de todos y cada uno de sus representantes políticos, a pesar del ambiente generado por la apuesta irresponsable de Cameron, el primer premier británico que visita Gibraltar (donde la pilló la terrible noticia, obligado ahora a hacer campaña contra la salida de su país de la Unión Europea). La Gran Bretaña anda en una triste deriva hacia su ombligo -donde sólo hay borra que no se limpia con los restos de alguna papeleta arrugada de referéndum hecho o por hacer-.

Atrapados en el tiempo

Y en ocho días más urnas. Con la Eurocopa de por medio, ya en pleno verano, recién terminado el curso escolar y con la celebración de eso tan anglosajón que ahora llaman «graduaciones», aunque se trate de pasar de Infantil a Primaria. Nos acercaremos al colegio electoral que aún tendrá en alguna de sus paredes las fotos de nuestros hijos y algún adorno de las fiestas de fin de curso recién celebradas. Así que iremos dos o tres veces seguidas: a recoger las notas, a la fiesta de fin de curso y a votar de nuevo, atrapados en el tiempo como el cazafantasmas Bill Murray en aquella película de Harold Ramis de 1993. El 26 J el día de la marmota (y rima)€

¿Vuelta al cole?

Esperemos que, a tenor de los pactos o las abstenciones que necesitarán quienes gobiernen para hacerlo, según todos los sondeos, y de las declaraciones de algunos líderes sobre las condiciones que ponen para hacerlo, no tengamos que volver por tercera vez en unos meses al colegio. Algunos ya estamos mayores para eso€ Porque hoy es sábado.