¿Supone la alta velocidad el final de los trenes? Me entra esta duda viajando en un tren lento, de pasillo lateral y compartimentos. Gente que entra y que sale, incorporándose a veces a grandes silencios vigilantes y estatuarios, pero otras a inesperados cruces y conversaciones, que pueden llegar a tejer un grupo humano, con el magnetismo aparejado, y que en un par de estaciones se disuelve, dejando el seductor rastro de lo efímero. Por la ventana, la visión del paisaje, que cambia a un ritmo acompasado a la capacidad de interiorizarlo, o, en las zonas pobladas, la de los patios traseros de las casas, que no se hurta a la mirada de los viajeros, tal vez en reciprocidad a la visión de éstos, mostrados tras las ventanas-pantallas, desde los patios. ¿Merece la pena tanto ahorro de horas de los viajes rápidos, acumulado en ocio, que luego hay que consumir antes de su fecha de caducidad?