Están a punto de comenzar las competiciones provinciales en todas las categorías. Supongo que en otros deportes pasará igual. Es el inicio competitivo de una nueva temporada. Partidos y más partidos, victorias, derrotas, llantos, risas e ilusiones que derrocharán nuestros jugadores en todas las canchas en las que nos toque jugar.

En este inicio de temporada me surge una reflexión que quiero compartir con todos ustedes. Los entrenadores debemos tener presente la responsabilidad que supone esta profesión. Los papás ponen en nuestras manos lo más preciado que tienen, sus hijos, para que los formemos como jugadores y personas. Nuestro principal objetivo debe ser enseñar a ese grupo de chicos a jugar a baloncesto. Para ello tenemos que prepararnos, adquirir conocimientos para después transmitirlos a nuestros jugadores.

No por tener más conocimientos serás mejor entrenador, lo fundamental es saber enseñar aquello que sabes, pero es evidente que sin conocer la técnica o la táctica es imposible enseñarla. Para los entrenadores, es fundamental prepararse para cada temporada, planificar cada sesión de entreno y buscar un método de trabajo buscando como fin enseñar baloncesto y formar personas. Esto es mucho más importante que comprarte la pizarra típica de entrenador y que muchos están locos porque llegue el primer partido para pedir un tiempo muerto y estrenarla con explicaciones tácticas que, en ocasiones, nada tienen nada que ver con lo que está sucediendo en el juego.

Formar personas es muy difícil si no eres tú el primero que, como entrenador, no pones en práctica aquellos valores que quieres que tus jugadores tengan presente. ¿Cómo vas a pedir a un jugador que no proteste al árbitro, por ejemplo, si tú eres el primero que no respetas su trabajo? Para exigir puntualidad, respeto por el contrario o por tu compañero debes tú ser ejemplar en esto.

Pero sin duda lo más importante es la ilusión. No podemos pretender que nuestros jugadores tengan ilusión por ser entrenados por nosotros, por pertenecer a nuestro equipo si no transmitimos nosotros ilusión por entrenarlos y compartir vestuario. Imaginaos por un momento qué harán vuestros jugadores la noche antes de un partido. Seguro que preparan su equipación al pie de la cama junto a sus zapatillas, pondrán su despertador, echarán la bronca a su padre para que se despierte a tiempo y no llegar tarde al partido y se quedarán dormidos soñando con meter esa canasta ganadora o robando ese balón que impidió la victoria del contrario. Pensemos en ello la noche esa antes del partido. No merecen que nosotros salgamos esa noche de fiesta, que lleguemos a casa a las tantas y que vayamos al partido sin descansar pero, eso sí, con nuestras gafas de sol para que se note lo menos posible las ojeras de no dormir.

Pero esta reflexión también la quiero compartir con las familias de los jugadores, con todo mi respeto. Tengo claro el esfuerzo que hacéis para llevar cada fin de semana a vuestro hijo a jugar donde se celebre el partido. Sé que muchas veces esto implica perder horas de sueño y no tener la posibilidad de hacer planes. Pero también sois unos afortunados por ver disfrutar a lo que más quereis en el mundo, vuestros hijos, jugando a baloncesto. Os animo a que os olvidéis de arbitrajes, entrenadores y jugadores rivales y que os centréis en ese privilegio de disfrutar con el juego de vuestros hijos y su equipo. Reíos con ellos, sufrid con ellos, apoyadlos siempre y que sepan en todo momento que estáis con ellos en lo que hagan, ganen o pierdan. Y es que los entrenadores, padres o árbitros no somos los protagonistas de esta película y debemos asumir un papel secundario en ella. Los protagonistas son los jugadores. Todos tenemos la obligación de dejarles desarrollar su talento sin ponerles trabas, permitir que cometan errores y estar pendientes para ayudarles a corregirlos, reforzar cada acción positiva y usar cien veces más el «muy bien» en lugar del «muy mal». Se trata de que sean felices y disfrutar nosotros de verles. Hagamos todos ese esfuerzo esta nueva temporada y hagámoslo por ellos.