Gato blanco (abstención), gato negro («no es no») siempre saldrá escaldado el PSOE en su decisión del comité federal de este domingo. Lo que importa es que cace ratones y no es el caso salvo que los socialistas se presenten unidos y capaces de ser el partido reformista que necesita España, siendo la oposición real a las políticas neoliberales que nos esperan; un partido que represente una izquierda seria y consecuente, como ha pedido Susana Díaz, la presidenta andaluza. El PSOE tiene la obligación de ser el referente de la izquierda razonable y seria de este país, alejada del asambleísmo y de conquistar los cielos en la calle, a base de estallidos callejeros que ya están en desuso en una sociedad que se mueve por las redes sociales y no a golpe de mitin y de puños en alto.

Le falta al PSOE encontrar el equipo de dirigentes capaz de remontar y abandonar el pesimismo que le embarga. Sin anclarse en el pasado, le es urgente pasar página y convencerse de que en el centro izquierda está su papel, presente y futuro; que en España hay un espacio cada vez más creciente para aplicar políticas más cercanas a los ciudadanos y que serán muy necesarias si el futuro gobierno de Mariano Rajoy se empeña en seguir con los recortes sociales y aplicar una política neoliberal que nos lleva al desastre social, donde los pobres cada vez serán más pobres y los ricos seguirán forrándose la riñonera a costa de salarios de hambre.

Este es el gran reto que tienen los socialistas si quieren ser alternativa de gobierno a la derecha, personalizada en Mariano Rajoy. De momento, los socialistas quieren mirar con serenidad el futuro (dice Javier Fernández, presidente de la gestora socialista) y no echar más sal y vinagre a las heridas y evitar seguir dando argumentos a los medios de derechas que se ufanan de haber laminado al PSOE y a su historia. Por obligación uno tiene que tragarse más de una tertulia de radio y televisión, asomarse a las redes sociales y leer no sin cierto asco lo que se dice y se escribe del PSOE, partido que, proclaman a los cuatro vientos, está en las últimas, sin vitalidad alguna e incapaz no ya de ser alternativa a la derecha, ni tan siquiera capaz de ejercer la necesaria oposición. El orgasmo que ello le provoca a algunos analistas se les ve reflejado en sus caras y en los ojos achinados de algunos de ellos.

Es cierto que parte de esta culpa la tienen algunos dirigentes socialistas que no fueron capaces de asumir sucesivas derrotas electorales, manejando tan solo el mantra de «no es no» para alejar de la Moncloa al partido más corrupto que ha habido en España, el PP. Y tampoco se puede olvidar que en toda esta maniobra para llevar a la agonía al PSOE han tenido y tienen papel protagonista ciertos sectores del PP, los llamados «machacas», que nunca dejaron de minar la credibilidad de los socialistas, acentuando sus debilidades. Para muchos dirigentes del PP los socialistas es el enemigo a batir, no el adversario a tener en cuenta.

Los dirigentes socialistas, a todos los niveles, tendrán que preguntarse qué hacer después del trago amargo de llevar a Mariano Rajoy a sentarse en la poltrona del Reino. Aquí es donde está la clave de su futuro. La apuesta por la gobernabilidad y el miedo a unas terceras elecciones es lo que ha movido al PSOE a la abstención y ahora le toca ser el pepito grillo de la política neoliberal que pretenderá imponer el Partido Popular, sometido a la disciplina de Bruselas y que tendrá serias dificultades para gobernar siendo minoría en el Parlamento. No le será fácil la gobernabilidad.

En Andalucía tenemos un ejemplo de gobernabilidad, como se puso de manifiesto en el debate sobre el estado de la comunidad tal y como resaltó en reiteradas ocasiones la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, colocando al PP andaluz en la dimensión de partido sin apenas recorrido, atado a sus mantras de tener una presidenta que no trabaja, piensa en Madrid y vende humo y a Podemos al que deseó muchos años en la oposición que es donde menos daño hace. La presidenta andaluza, pensando a nivel nacional, puso como ejemplo a su gobierno, «que representa una izquierda seria, consecuente, tan alejada del pensamiento único que devasta los derechos de la gente como del ilusionismo oportunista. La aritmética parlamentaria nos obliga a optar entre los acuerdos o a condenarnos a la irrelevancia».

Puede que en estas palabras de Susana Díaz estén las claves del futuro del PSOE a medio plazo. Todo depende de la visión y la clarividencia de algunos de sus dirigentes y aunque la veteranía es un grado, bien vendrá abrir las ventanas para generar corrientes con capacidad para entender cómo las necesidades sociales son otras, pueden y deben ser la alternativa reformista que España demanda. Todo lo demás será seguir dando carnaza y morbo a quienes llevan meses enterrando al PSOE.