No se presenta precisamente bajo los mejores augurios la cumbre que el G-20 celebrará los días 7 y 8 de julio en Hamburgo bajo la presidencia alemana.

La retirada de los Estados Unidos de Donald Trump del acuerdo de París sobre el cambio climático, por más que esperada, hace muy difícil que se llegue a un acuerdo de contenido mínimamente substancioso.

La canciller federal alemana, Angela Merkel, confiaba en contar como aliado frente a Washington con el joven primer ministro canadiense, Justin Trudeau, pero, si hemos de creer al semanario Der Spiegel, éste no está por un enfrentamiento abierto con su vecino del Sur.

También hay dudas sobre el papel que pueda jugar la capitidisminuida primera ministra británica, Theresa May, que sigue soñando con una alianza especial de su país con EEUU, sobre todo una vez consumado el Brexit.

Y Japón, un miembro también importante del grupo, no querrá seguramente provocar a la superpotencia, cuya protección puede necesitar en caso de conflicto militar con Corea del Norte.

Otros países cuya posición no está del todo clara son la feudal Arabia Saudí, que acaba de firmar un acuerdo multimillonario de armamento con EEUU o Turquía, que tiene un conflicto abierto con Alemania en torno a la base aérea de Incirlik.

Merkel puede contar, eso sí, con el apoyo tanto de Argentina y México, países que acaba de visitar y que se dicen comprometidos en la lucha contra el cambio climático.

La Rusia de Putin, dispuesta a marcar sus diferencias también en ese terreno con EEUU seguramente no pondrá pegas al comunicado que se prepara estos días.

Como tampoco parece que vaya a ponerlas China, el mayor contaminador actual del planeta, que aspira a un certificado de buena conducta en ese terreno y parece en sintonía con la UE.

Pero si en los asuntos medioambientales, cualquier acuerdo con EEUU se presenta no ya difícil, sino imposible, tampoco parecen fáciles las cosas en lo relativo al comercio internacional, el segundo gran tema importante de la cumbre.

Trump no parece dispuesto a firmar nada que suponga el mínimo obstáculo para el nacionalismo proteccionista que tan bien resume su simplista eslogan "America first".

Con todos esos elementos adversos no va a tenerlo precisamente fácil la dirigente cristianodemócrata si quiere que de la cumbre que presidirá en Hamburgo salga algo que no sea, una vez más, puro humo.