Al abrir las páginas del diario se despliega un pedazo concreto de realidad, en el que un conjunto de noticias puede entrar en resonancia. A veces hay que buscarla, otras, como ayer al abrir las páginas 16 y 17, hay una línea sinfónica gruesa como un cable de grúa, que nos jala. En la 16, el sistema de una ciudad no fue capaz, pese al esfuerzo de un devoto y magnífico animalista, de dar un poco de dignidad a la muerte de un cisne negro, agonizante de viejo y soledad en un parque público. En la 17 está la foto del hombre que, sintiendo hace meses cerca su morir, se esforzó en buscar antes una nueva familia a «su más fiel, leal y querido amigo: su perro Trasgu» (así reza la esquela, de anteayer). Se llamaba Josín Lazcano, y era pobre pero viajado. Sabía de la vida, no temía a la muerte y amaba a su perro. Su amor y dignidad reconfortan, pero no logro olvidar al cisne cuando paso a las 18-19.