La semana pasada algunos apartamentos turísticos legalmente señalizados aparecían con la obra de un indocumentado artista sobrepuesta en sus paneles informativos. «AT-Atentado Turístico», utilizaba con la creatividad justita las iniciales.

Al artistazo se le ocurrió la feliz idea de poner pegatinas en aquellos lugares destinados a alojamientos para protestar por la degradación del turismo en la ciudad. A su entender.

Sin embargo, la instalación presuntamente artística era plenamente incoherente. Los alojamientos que están gentrificando la ciudad no son precisamente estos que tienen el cartelito azul en la puerta. No, no son esos los apartamentos que hay que perseguir o por los que haya que quejarse tanto. Estos apartamentos turísticos señalizados están al mismo nivel que un hotel: son perfectamente legales y tributan por su actividad.

Si el artista quisiera perseguir a alguien, que lo haga con aquellos que alquilan apartamentos sin pasar por el pago al socio tonto que es el Estado en toda empresa. Que ponga pegatinas en las puertas del vecino del 4ºB que mete cada fin de semana a cuatro alemanes de despedida de soltero y le dan la noche a Mari, la del 4ºC, pero que no se queje del que tiene un edificio entero dedicado a esto, con papeles. No, los apartamentos turísticos legalizados por la Administración no son atentados, sino colaboradores en una ciudad que siempre ha estado falta de plazas hoteleras.

Queda muy hipster atacar al mainstream capitalista que utiliza su propiedad privada para, ¡oh, desfachatez!, vivir de ella.