En realidad Rajoy es un proselitista de la desmemoria. De la amnesia. La desmemoria es muy literaria. La trató Borges. La trató Saramago. Hay películas memorables sobre gente que pierde la memoria. Nótese la paradoja: el personaje pierde la memoria y convierte su historia en memorable. O memorizable. Memento es una de esas películas. Apróximadamente, va de eso. O de cómo se repiten los acontecimientos. Para ser sincero, no me acuerdo muy bien.

Los historiadores luchan contra ella. Contra la desmemoria. El cerebro tiende a borrar lo malo y a magnificar lo bueno. Tenemos más nítido un recuerdo agradable de hace veinte años que un patinazo de hace siete. O a lo mejor no, que no faltan cenizos que sólo se acuerdan de lo malo. Y van y te lo cuentan. Una y otra vez. Esos no andan en la desmemoria. Tienen una memoria selectiva.

Rajoy estaba en Génova, presidía el partido. Pero no sabía nada. Asevera que desconocía todo sobre la financiación de su partido. Rajoy se proclama como hombre poco curioso: nunca preguntó quién paga todo esto. Con estos datos vamos construyendo el armazón mental o perfil de nuestro presidente: es un hombre poco curioso y desmemoriado. O sea, un despistado en toda regla, que sin embargo tiene una trayectoria vital que lo retrataría como avispadísimo: ahí es nada mantenerse siempre a flote, sortear peligros, ser una y otra vez ministro, esquivar la corrupción insoportable de su partido, esquivar la conjunción de la izquierda que podría haberle despojado de la presidencia. Rajoy salió de declarar y se fue a Génova. Al menos, no se le había olvidado donde estaba la sede central del partido. Para ser coherente con su propio relato, yo no sabía nada, lo primero que debió hacer al llegar al edificio es preguntar cuánto costó. Cuánto las paredes y las sillas y mesas, los despachos y lámparas. Cuanto las ventanas y los cuadros. Allí dio una rueda de prensa. Se acordaba muy bien de que no se acordaba de nada. Y habló ante los medios. Acordándose de decir lo que le habían dicho que tenía que decir: he dicho que no me acuerdo de nada. Que no sé nada. Rajoy ha hecho una infanta. Un no sé, no me acuerdo. No sabemos qué opinará de todo esto Bárcenas, que iba a tirar de la manta pero la manta sigue ahí, aunque los papeles que publicitó abrigan la tesis de la corrupción y la mamandurría y abrigan la teoría de que él y Rajoy eran amigos.

Rajoy sí se acuerda de los mensajes con el extesorero. Dice que los contestaba por educación. Porque contesta a la gente. Haber dicho que no sabía quién era Bárcenas habría sido ya demasiado vacile. Es que los demás, algo de memoría sí tienen.