El reciente correo de una buena amiga nuestra me ha traído el recuerdo de Capri. La casa de color pastel y aquella reunión que tuvimos con ella y un grupo de amigos en la terraza. Por encima de los acantilados en caída libre hacia el mar eterno. Había en la biblioteca veraniega de la anfitriona libros de Magris, de Aldous Huxley, de Curzio Malaparte, de Gabriele d´Annunzio; además de poemas de Leopardi y las historias de Roma y Grecia de Indro Montanelli. También una edición florentina de 1853 de La Gerusalemme Liberata. Parecía el misal de una devota adolescente en su encuadernación de cabritilla blanca y oro. También me encontré una inesperada edición española de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Nuestra amiga es una santa moderna. Así la vemos nosotros. Es una de las mas grandes expertas europeas en derecho medioambiental. Renunció a su formidable bufete milanés para ganar un modesto sueldo de funcionaria en la Dirección General IV del Consejo de Europa. Su labor en la puesta en marcha de la Convención Europea del Paisaje fue titánica. E inmensamente fecunda. No le gustaba que sus amigos, que tanto la admirábamos, la enmarcáramos con ese adjetivo - moderna - y ese sustantivo que proclamaba la santidad. Rechazaba con buen humor ese sintagma. Había dejado sus multinacionales y sus impresionantes minutas para ser fiel a unos principios. Y para ella eso no tenía ningún mérito; era lo normal. Nada especial. Confieso que una de las experiencias mas interesantes de nuestras vidas fue la visita de trabajo a la campiña del condado de Cork en Irlanda que mi mujer y yo hicimos con ella y con un grupo de doctos colegas del Consejo de Europa. Ella sigue siendo en nuestras vidas un ser luminoso. Me acaban de invitar muy amablemente a una nueva reunión del grupo de trabajo de la Convención en Septiembre. Esta vez en Brno, en la República Checa. Dios dirá.

Adjuntaba a su correo otro que había recibido de otros amigos comunes de Trapani, la antigua Drepanum. Según la Eneida de Virgilio, allí falleció Anquises, el padre de Eneas. Se quejaban de las feroces temperaturas, desconocidas en esa marinera y muy agradable provincia del extremo oeste de Sicilia. «El calor está matando la tierra y nuestros viñedos». Les indignaban las baladronadas del feroz padrone de la actual Casa Blanca norteamericana. Especialmente aquello de que el cambio climático era una burda mentira, un montaje de los chinos para perjudicar las exportaciones norteamericanas.

Era obvio que aquellos apasionados amigos de Trapani están alarmados y por supuesto muy enfadados. Al final de su mensaje citaban un texto ya vintage del gran Cesare Pavese: «Están dispuestos a eliminar a media tierra, a matar a los niños de hambre, con tal de no perder la manduca y el látigo». Muy fuerte.