Cuando las noticias sobre algo se acumulan y nos atropellan, se corre el riesgo de hacer juicios sobre la última ola, perdiendo de vista la marea. En este caso la marea empezó aquella aciaga jornada del 6 de septiembre, cuando representantes de menos de la mitad de los votantes de Catalunya decidieron declararse soberanos, haciéndolo además con un desprecio a las normas parlamentarias que no tiene parangón cercano. En ese momento rompieron con la Constitución, el Estatut, las leyes y los tribunales de toda clase, y se pusieron al margen de cualquier legalidad, salvo su bodrio legislativo. Pero resulta que la Constitución, el Estatut, las leyes y los tribunales, éstos con su policía judicial, seguían ahí, no se habían disuelto por aquel toque de magia pseudo parlamentaria. Ahora, cuando se los encuentran de nuevo, se echan las manos a la cabeza, y luego se echan a la calle.