Hay que tener valor. O, permítanme que lo diga como hay que decirlo. Hay que tener más cojones que La 1 para darle a Carlos Herrera un rinconcito en la pública sabiendo que le iban a llover los guantazos. Hay que tener la testosterona del chaval virgen en amores para que Telecinco, mientras este país vive horas de incertidumbre y algunos compatriotas se vayan a la cama con dolor de patria, siga impasible, como si la lluvia catalana le resbalara por su cuerpo calloso. Es tan valiente y tozuda la cadena, es tan pasota y vehemente Paolo Vasile, que incluso viendo que La Sexta le come terreno, una aprendiza que aún no tiene la mayoría de edad, Telecinco sigue erre que erre. Ya lo dijo el gurú, «nuestra televisión no tiene como objetivo cambiar al secretario general de un partido». O «la gente viene a Telecinco a informarse y a La Sexta a formarse». Pedro Piqueras, el cabeza caliente de la rama «informativa» de la casa, es una cabra cuyo monte es cristalino, información clínex, periodismo de consumo rápido, noticias para entretener, curiosidades de sala de dentista. Quizá la cadena hace bien contraprogramando los especiales de Antena 3 sobre el monstruo o los monográficos de Más vale tarde con teatros y chismes, con alaridos y cabreos de impostadas actrices de mesa camilla. Sabe el capo que esto es pasajero porque no hay dios que aguante tanta traca. Es más, pase lo que pase, ya hay quien padece, ojo, «rumiación». Como suena. El síndrome de la rumiación ha llegado, ¿para quedarse? Oh, no. Escucho con la cabeza en blanco a una redactora irónica de Las mañanas de Cuatro hablar de rumiación del pensamiento -sobre la situación política-, un bucle tremendo en el que mucha gente cae y pasa noches en vela, está irascible, y vive en permanente y desasosegante estrés. Ay, Puigdemont, ay, Rajoy, la que habéis liado, listillos, para tapar vuestras miserias.El culo de Sardá

Sin salir de Las mañanas de Cuatro, donde hacía tiempo que no me detenía, veo que Javier Ruiz, el presentador, ha claudicado y al final se ha dejado barbilla, barbilla no de cabra sino de chivo, y le queda bien al jodío. Lo de Telecinco y el terreno que va perdiendo este mes es tan clamoroso que incluso Susana Griso ha trepado al cardado inmarcesible, intocable, marmóreo y apocalíptico, tipo el último grito de Cristo en su Gólgota, de Ana Rosa Quintana, con lo mirada que es para su peinado de señora congresista recién salida de la peluquería del economato de sus señorías. Verdad verdadera es que la matraca del sí pero no a la marcha de Cataluña es un furúnculo que le ha salido a la pantalla, que te despiertas y está Pastor al habla con Ferreras, que da brazadas al aire con la palma de sus manos llamando a Pastor, Pastor, adelante, y que Pastor, móvil en mano -conectada, periodista total, informada hasta el flequillo-, seria como un ajo, habla con Ferreras. Verdad verdadera es que comes y ahí siguen los dos, te vas a la calle, vuelves, te duchas, y no se han ido, cenas, lees un poco, vuelves, y al filo de la media noche, coño, ahí está todavía esta pareja hablando de Junqueras en vez de irse a la cama y ejercer el sagrado deber del matrimonio. Hasta Javier Sardá se reveló la otra tarde en directo. No hay legislación que ampare al tertuliano, y menos si trabaja en La Sexta. Dice Ana Belén como la mala entre las malas de Traición, que ya anuncia La 1, que las ratas son las primeras en irse del barco. Sardá se levantó la otra tarde, así, como un resorte, mientras opinaba sobre la conveniencia, necesidad, oportunidad o no, de aplicar al artículo 155 de la Constitución en Cataluña y le plantó a Ferreras, firmado y todo, un papel para «independizarse» del programa. Al Periodista De Arriba a Abajo se le pararon hasta las manos. Coño, que tengo el culo que no hay quien lo aguante, dijo Sardá con ironía pero con la verdad por delante. No hay duda de que Xavi es otra cabra que a veces tira al monte del espectáculo y te hace un Crónicas marcianas en pleno Al rojo vivo.

Mora, Inda

Eso es verdad. Pero tampoco es normal que pongas Telecinco una tarde, la tarde en que este país se iba al carajo -como lleva yéndose desde el 1 de este mes-, y veas la imagen atroz de Belén Esteban repantigada en un sofá enseñando muslo, poniendo cara como sólo las pone una excajera de supermercado, pasando hasta de la pelea que tocaba esa tarde, creo que contra Kiko Matamoros, que al parecer, no sé si por cabra o rata, se fue del barco de Sálvame. No hay mejor cabra que Jorge Javier Vázquez, que siempre tira a su monte como el sediento a la cerveza helada. La cabra no siempre es loca. Jorgeja ha dejado claro que está hasta el escroto del trasiego de presentadoras que pasan cada tarde por el muladar vespertino de Telecinco. Unas veces la horrísona Paz Padilla, otras, la calmada Corredera, otras, la histérica María Patiño, e incluso en ocasiones se ha visto como dueña del cortijo a Terelu, eso sí, si ha tenido una tarde buena y no se ha quedado frita en el sofá, con la cabeza reclinada como se vence cualquiera en el comedor de su casa. Con tanta nena presentando lo que hasta ahora le pertenecía ha visto reducir sus ingresos porque la publicidad directa que hacen se paga aparte. La de Cataluña es una guerra que a Telecinco y sus mariachis les queda lejísimos. Pero ojo, colegas, el señor Ferreras y la señora Pastor son voraces. De La Sexta a Telecinco sólo hay un peldaño de nada, y no me extrañaría que este par de chotas del periodismo sin fin invada el plató de Sálvame dejando noqueada a la excajera, o a Rafa Mora, al que he visto algunos días tratando de soltar sus paridas con la misma solemnidad que hablan los colgados del avispero catalán/español, un tipo listo este Mora, autor de «me gustan las chicas que tengan buen culo, y la que no, que se quede en su casa». A éste le dan cuatro clases y se come a Inda, que a su vez podría hacer carrera en Sálvame. A ver si al final Al rojo vivo es el Sálvame de La Sexta y Vasile lleva más razón que la cabra de la Legión. ¿Me explico, o me estoy liando?