Iba hace días al trabajo bajo una serenata de Schubert en Radio Clásica. Luego Martín Llade me inyecta el maestoso de Júpiter, de Holts, en grabación original de 1926. Voy así en volandas mientras conduzco, mecido en el aire de lo sublime, cuando al entrar en el parking empieza a interferir un chisporroteo, que por la primera planta es ya una gran crepitación que va desalojando la pomposa orquesta (imagino músicos corriendo, sin soltar instrumento, cuando el incendio trepa los cortinones), y en la segunda planta se impone por completo, hasta ser un fragor ensordecedor mientras, sin poder soltar yo tampoco el volante, encajo el coche en la plaza. En ese momento todos mis yoes desean sólo desconectar de tamaña murga. Cuando, echado el freno, apago el motor y recobro la paz, vuelvo por fin a empezar bien el día. Pena que en ´lo otro´ no sea posible desconectar sin que se hunda el garaje.