La playa está llena de medusas. Miles de medusas, dicen los periódicos. Medusas a porrillo, afirman los bañistas. Hay un medusismo inusitado, medusas por todas partes. Mundo medusa. Más medusas que toallas. Me da medusa ir a la playa. Si fueran chopitos los pondríamos a la plancha. No valen, me dice un compañero, es que son prácticamente agua. O sea, agua molesta, que pica, asusta o da grima. El columnista avizor, en bañador o en el escritorio ante la computadora, se informa sobre las medusas para formarse una opinión. Hay que tener una opinión sobre cualquier cosa. Las medusas, pues las medusas. Opinión sobre las mesas y los libros, los pájaros y las aceras; opinión sobre tu espalda o el entrenador del Perú y opinión acerca del tránsito intestinal, las acacias o el cautivante modernismo de Rubén Darío.

Para informarme sobre las medusas me acerco al terreno. Es decir, a la playa. Ya que estoy en la playa me pongo el bañador y una crema de protección contra los párrafos largos y la adjetivación zangolotina. Y un gorro. Los hombres con sombrero se meten en engorros. Ya que no hay meduseras me pongo unas cangrejeras. Y ahí estoy. Haciendo no sé qué exactamente. No me pican. Tampoco hago mucho para que me pique, lo cual me clasifica en el apartado de hombre sensato.

Convendría ir calibrando la idea de arremojarse en piscina privada y no en la mar de todos, que está calentona y enmedusada, con natas y embravecidamente poco amistosa. Me voy a tomar la pastilla de escribir bien, que ya llevo por lo menos dos adverbios terminados en ´mente´. No hay muchos boquerones, que parecen ser depredadores de las medusas. Y esa es una de las causas del auge medusil. «La mar no tiene boquerones» me parece una frase triste, como una metáfora melancólica. Tal vez vivamos en un mundo que solo albergue ya boquerones de plata. Todo niño tiene derecho a intentar meter la mar entera en su cubo. Se les cuelan medusas.

Me retiro. No a mis aposentos y sí lejos de las medusas. Los ecos de ella me llegan, no obstante. Las medusas salen del mar y colonizan la arena. También se suben a los titulares y trepan a las ondas para salir por la radio. Están emitiendo medusas. Un turista con un tinto de verano con color de otoño me advierte: joven, hay medusas. Pero no advierte que yo estoy de vuelta. No de todo, pero sí a casa. Esperemos que la medusería o plaga, tal vez enjambre, que no piara, remita. Las siete plagas con la plaga de medusas como colofón.

Se avista el verano pleno pero la playa está llena de medusas. Miles de medusas, dicen los periódicos. Medusas a porrillo, afirman los bañistas. Hay un medusismo inusitado. Incluso por haber hay hasta columnas de medusa. Sopla fortalecido el viento y bajan personas con sombrillas, sandías y neveras en dirección a la orilla. Enfrente venden pomadas.