El chiringuito y las playas malagueñas tienen un maridaje de sempiternos amantes decimonónicos. Esta edificación, en principio provisional, se ha anclado en nuestra bahía existencial, conformándose de manera definitiva en un paisaje inherente al horizonte atemporal que nos contempla.

En el Merendero -lugar donde se merienda, según la RAE - o Chiringuito -vocablo, al parecer, procedente de Cuba con el cual se expresaba un modo de consumir café en las plantaciones por medio de una caña y una media, saliendo filtrado un chorro o «chiringo» de esta aromática y literaria bebida- he visto pasar los veranos de mi destino dibujados entre los trazos luminosos de los medios días adolescentes y los atardeceres cromáticos de la madurez.

Este espacio simbólico en el cosmos malagueño celebra hoy su I Día del Chiringuito, fomentado por la Asociación de Empresarios de Playas de la Costa del Sol, para solemnizar una marca de identidad gastronómica reconocida internacionalmente tras más de 136 años de trayectoria y una evolución en el tiempo sin perder su fundamento.

Sepan que en el entrañable y marinero barrio de El Palo, Miguel Martínez Soler, Miguelito «er de las sardinas», pescador y cenachero paleño a quien se le atribuye «ser el padre de los espetos», erigió en 1882 el Merendero Gran Parada, considerado el primer Chiringuito de España, contando entre sus clientes con el rey Alfonso XII, quien giró visita a la ciudad en enero de 1885.

En tu onomástica, muchas felicidades Chiringuito por tu periplo histórico, por ser cómplice en nuestras vidas; testigo de los afectos; refugio en los desamores; por tus días fulgurantes; por tus noches de luna; por espetar nuestras emociones. Gracias.