Bendecidas las aguas del litoral malagueño por la Virgen del Carmen, la urbe va recobrando su carácter inherente a este mes de julio. Mes coincidente con el mismo apelativo de la unidad derivada del Sistema Internacional utilizada para medir energía, trabajo y calor, tres conceptos interaccionados en una capital la cual vive inmersa en un punto de inflexión: perfilar su proyecto de futuro urbano. Alta responsabilidad para nuestros administradores públicos ante el reto y acierto de lograr una configuración sostenible en cuanto a identidad e historia para que sus decisiones no sean irreversibles.

La energía se conoce como la capacidad de un sistema para producir trabajo. Adaptando esta definición, Málaga está sumida en un momento energético pletórico: el turismo no para de batir récords en la capital; el desbloqueo de la polémica y cargante construcción del hotel de Moneo en Hoyo de Espartero; la regeneración de la fachada litoral oeste en calle Pacífico, donde se acciona la operación urbanística Torre del Río, con la ejecución de 499 viviendas, un hotel, un colegio, pistas deportivas, zonas verdes...; la cesión por parte del Ayuntamiento y la Diputación de la parcela del Hospital Civil para edificar el tercer hospital... Sin duda, una serie de actuaciones que activarán el mercado laboral.

Ahora bien, ante tanta euforia transformadora debemos considerar también los costes colaterales. En 'El derecho a la ciudad', el filósofo y sociólogo Henri Lefebvre plantea el estudio de lo urbano no estructurado exclusivamente desde su producción material -forma, diseño y/o economía política-, sino también, de manera paralela y complementaria, desde los procesos culturales. La ciudad, en su génesis, es creada como valor de uso -una obra social natural- y no convertida en un producto, en una mercancía, que se puede comprar y vender. Aviso a navegantes: rescatar al ciudadano.