Me contaba ayer una amiga a la que le encantan las plantas que durante años tuvo una dalia en una maceta. Sin motivo aparente y por muchos cuidados que le prodigó, se secó. Unas semanas más tarde, observó un pequeño brote que comenzaba a salir: era una semilla de dalia que, traída por el viento, se había colado sin permiso. Creció, se hizo fuerte y hoy sus flores festejan la variedad del jardín.

Conocí el proyecto de La Casa Invisible desde sus inicios, incluso antes de estar en calle Nosquera, cuando se barajaban otros posibles lugares. Una vez establecida allí, los comienzos no fueron fáciles. Tuvieron que trabajar mucho, darse a conocer, organizarse y además sortear la incomprensión y la desconfianza de las autoridades, que desde el primer momento han contemplado a La Invi como una planta intrusa. Pese a las dificultades, con ilusión y ganas echó a caminar y poco a poco se convirtió en uno de los referentes culturales más potentes de la ciudad, opinión que no solo sostengo yo, es un dato objetivo refrendado por decenas de personas e instituciones que colaboran con ella.

En La Invi tienen cabida proyectos artísticos arriesgados, que buscan nuevas formas de expresión a través de la experimentación y la innovación, al mismo tiempo que hay una oferta variada de talleres y cursos. También es un lugar de encuentro de colectivos ciudadanos y un sitio tan agradable como acogedor donde tomarse algo; este es, precisamente, uno de sus logros: la complicidad y la cercanía. El arte, la literatura, la política están en La Invi al alcance de la mano, para todas las mentes. Es frecuentada por personas de cualquier edad, procedencia y condición y aparece en guías viajeras como un espacio de visita obligada.

Según la RAE, la cultura es el conjunto de conocimientos que permiten a alguien desarrollar su juicio crítico. Siguiendo esta definición tan acertada, La Invi es uno de los mejores espacios culturales de Málaga, porque ha logrado ofrecer a la ciudadanía un punto de encuentro, un cruce de caminos donde puedes ser público o protagonista, en el que la frontera entre quien crea y quien recibe lo creado es difusa, permeable, y es fácil pasar de un lado a otro. Allí presenté hace años una novela, he colaborado en proyectos, he asistido a conferencias, debates, conciertos, proyecciones, performances, he hecho amistades y me lo he pasado bien o muy bien. Como yo muchas personas, que necesitamos lugares libres, plenos de interrogantes, donde poner nuestras certezas a examen, donde respirar y crecer, en los que lo esencial es compartir y compartirse y, a través de este principio tan sencillo, desarrollar el juicio crítico. O sea, la cultura. Es decir, por ejemplo, La Invi.

Iniciativas como La Casa Invisible no son una excepción. En el mundo, en Europa y en España hay multitud de enclaves con la misma filosofía de autogestión ciudadana, de puertas abiertas al pensamiento. Cuando conoces algunas, ves que se respira en todas el mismo aire de libertad y atrevimiento, idéntica creencia en la apertura y en que cualquier persona, siempre que venga con respeto, es bienvenida. Y que no quepa duda, en estos espacios es muchas veces donde está el próximo Picasso o la siguiente Frida Kahlo, porque aquí puede experimentar, equivocarse y jugar. Más adelante, llegarán a los museos, las salas de conciertos o de conferencias, pero hoy por hoy, sin viveros como La Invi se perdería un enorme potencial creativo.

Málaga es una ciudad cuyos poderes públicos no dudan en cederle una fachada al artista urbano Obey para que haga un mural reivindicativo o en organizar eventos de la cultura más provocadora en La Térmica, pero les cuesta entender que no importa si la semilla de la cultura se planta o la trae el viento: lo importante es que eche raíces y dé frutos. Porque La Invisible, como la dalia de mi amiga, llegó sin permiso y creció con el esfuerzo y la colaboración de todas las personas que sentimos que la cultura es necesaria y se puede vivir de muchas formas. Así que no cortemos (o cerremos o desalojemos) La Casa Invisible. Un espacio que, si no existiera, habría que crearlo.

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