Plaza de las Flores de Cádiz. Lunes, 13 de agosto. En una esquina se cruzan dos conocidos. Uno dice Orzo, y el otro, dándose por aludido, contesta con un sonoro Aaahhh. Se tienen por saludados y siguen su camino, a sus quehaceres cotidianos.

No fue un Ah líquido, nítido, fino. Fue un Aaahhh carraspeado, gutural, sucio, en tono ascendente, como el del matador que cita al toro, un poco así, de aquella manera, como de cuadro flamenco. Siempre he querido reencarnarme en el que jalea por bulerías, pasarme la vida entre arsas, aaahhh y eheeeee. No me digan que no. Todo el mundo Pom pom, destrozándose la garganta al cante o los dedos al toque, y tú tranquilo, sin esforzarte mucho, poniendo cazallero punto final, Aaaaah. Y quedarte tan a gusto, satisfecho.

Retomemos lo de Orzo. Supongo que es la derivación lógica de Alfonso, Arforzo, Orzo. Sea como fuere, doy fe, Orzo se fue con una sonrisa, pensando: qué buena gente es Ahe. Ángel para los de la meseta. Y es que por aquí abajo somos así. Un ruido bien entonado y dices más que una imagen, que vale más que mil palabras. Somos buenos entendedores. De ahí nace súapolla. Otra expresión que, esencialmente, denota que te importa un bledo, pero sirve prácticamente para todo por ser otra derivación madurada, como Orzo. Me transpira el badajo, me exuda la verga, me súapolla. Disculparán ustedes la malsonancia, pero lo que es, es, y no caben sinónimos.

Y así podría seguir hasta el fin de los tiempos, pues son muchísimas las expresiones abreviadas que nos adornan, las que recorren nuestras calles y son injustamente ninguneadas por la RAE. Que por cierto, a ver si un día caen en la cuenta de que les falta la L de Lengua y se llaman RAEL, como es debido. Real Academia Española de la Lengua. Imagino que les da pereza ponerse a cambiar los membretes. Un despilfarro en nuevos folios y tarjetas de visita.

Estos días de verano caigo en la cuenta de que Pedro Sánchez se ha convertido en el adalid y máximo defensor del súapollismo, ya que ha demostrado una capacidad ilimitada para pasarse por el forro lo que son las reglas democráticas que entre todos nos dimos. Que le preguntan por el gasto del vuelo privado en Falcon a un concierto, lo designa secreto oficial. Que aumenta publicitariamente el efecto llamada de inmigrantes ilegales, a los dos días los deja tirados en el mar. Que su mano derecha dice que los independentistas nunca serán sus aliados para una moción de censura, en menos de cinco meses pacta con Esquerra Republicana, Compromis, Nueva Canarias, PNV, PDeCAT y los proetarras de Bildu. Que una Ley Orgánica no es de su agrado, la modifica inconstitucionalmente a golpe de Decreto Ley con el vomitivo beneplácito de dos jueces y una fiscal, ministros de Interior, Defensa y Justicia, respectivamente. Que públicamente habla de la unidad del país, en privado pacta retirar gradualmente a la Benemérita y la Policía Nacional de País Vasco y Cataluña. Que asegura acometer su nuevo gobierno sin deudas, pues él cede el control de RTVE a Podemos en vergonzante pago por su apoyo. Que miente al jurar y perjurar que publicará la lista de nombres que trufan la última amnistía fiscal, pues un detallito sin importancia, llamado Ley, se lo impide, tal y como él ya sabía. Que escribe en castellano un mensaje de apoyo a las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils, después lo traduce al catalán y borra la bandera española que lucía en el anterior. Que un alto mando de la Guardia Civil le produce inquietud por su eficaz lucha contra la corrupción política, le corta la financiación a la UCO y se cepilla al responsable. Que habla de diálogo, reconciliación y apostar por el futuro, al día siguiente reabre gratuitamente heridas guerracivilistas. Que se erige en abanderado de la superioridad moral, después se niega a revelar dato alguno sobre la supuesta obtención de su máster. Que critica a su antecesor por relacionarse con Angela Merkel, al poco invita a la froilan del Bundestag a acariciar linces y hacerse fotitos por las dunas de Doñana. Y todo esto por una sencilla razón: España le súapolla.

Y esto no ha hecho más que empezar. Aún queda lo del impuesto a la banca, la desaparición del diésel, solucionar lo de las pensiones y una larga retahíla de vanas promesas, un programa vacío de contenido diseñado exclusivamente para alabanza y gloria de Pedrito y su africana señora.

Sánchez caerá más pronto que tarde, y no faltarán los articulistas y analistas que se esforzarán en hacer leña del árbol caído, nutriendo océanos de tinta con ahínco editorial y ardor literario. En cambio yo apareceré al final, tan tranquilo. Me acercaré a su cadáver político y, con voz aguardentosa, le diré al oído: Aaaaaahhhh.