Visto que no ha tenido acogida (ni eco siquiera) mi propuesta de convertir el Valle de los Caídos en un parque temático-crítico del franquismo, que sirviera para explicar el afán redencional, expiativo y mesiánico de su fundador, cuya megalomanía le llevó a plantar la cruz más alta del mundo sobre su propia tumba, rodeado de los muertos de ambos lados a los que había llevado a ese estado (de muertos), no quedará ya otra que sacarlo. Aunque dejarlo allí como rehén de su fantasía hubiera completado la metáfora-instalación del Valle, que bien explicada permitiría entender por qué un golpe frustrado se transformó en una guerra con medio millón de muertos y cola de 40 años, entiendo que en España, donde se confunde el humor con la risa, no haya humor aún para tratar de entender la Guerra, o sea, para intentar verla desde fuera (y no desde dentro, donde sólo pillaremos humo y estruendos).