Desde hace años, algunos venimos diciendo que el independentismo catalán es la versión hispánica del populismo de extrema derecha -xenófobo y supremacista- que ha surgido en Europa en la última década. Es cierto que el independentismo catalán tiene sus particularidades, y al ser un movimiento transversal, cuenta con seguidores que se consideran de izquierdas y que defienden políticas de izquierda. De acuerdo, eso es innegable. Pero la dinámica interna del independentismo, o eso que podríamos llamar la ´dark web´ de la ideología que hay detrás (es decir, los hábitos mentales, los prejuicios, las actitudes que forman el ´humus´ del que surge), está totalmente contaminada por los tics del populismo xenófobo y euroescéptico que nutre a los movimientos de la extrema derecha europea. Y esos tics son fáciles de identificar.

Ante todo, la creencia en la existencia de dos comunidades incompatibles en un mismo espacio común -una comunidad de ciudadanos respetables frente a otra comunidad formada por personas ´ajenas´ o ´extrañas´ que no forman parte de la identidad cultural del país, y que por eso mismo debe ser expulsada cuanto antes (los inmigrantes ilegales en el resto de Europa, los ´colonos españoles´ en el caso catalán). Y a partir de ese tic ideológico esencial, se suceden una serie de consecuencias lógicas: el desprecio a las normas de convivencia que proclaman la igualdad de todos los ciudadanos, sean cuales sean sus ideas o su lengua o su raza o su religión; la fe en una cultura propia que está por encima de otra cultura exógena que es incompatible con la identidad inmutable del país; el dogma de un inexorable destino colectivo que está muy por encima del frágil y en el fondo irrelevante destino individual, y por último la necesidad de que haya una justicia y una educación públicas puestas al servicio de esa irrenunciable identidad cultural de la comunidad. Todas estas particularidades, todos estos tics ideológicos comunes, son las que unen a los defensores del brexit con los grupos de extrema derecha de Alemania y Holanda e Italia, y también con los partidos de Europa del Este -en Hungría y Polonia y Croacia, sobre todo- que proclaman su fe en una Europa blanca y libre de inmigrantes que se consideran ´extraños´ e ´inasimilables´.

Por supuesto que hay miles de personas que sostienen esas ideas y que son personas dignas y decentes. Eso no lo puede negar nadie. Pero no se puede negar que esas ideas tienen un componente supremacista y despectivo y en el fondo xenófobo. De hecho, en la manifestación de hoy de la Diada habrá representantes de partidos flamencos de extrema derecha belga y un representante de La Lega de Salvini que en cierta ocasión intentó incendiar un campamento de inmigrantes ilegales. Y no olvidemos que todos los grupos europeos que han dado su apoyo o han manifestado su solidaridad con la causa independentista pertenecen a la extrema derecha populista y xenófoba y euroescéptica. Y esto es un hecho objetivo y no una opinión. Pero aun así, el procés sigue su curso y el Día de la Marmota se repite otra vez y todos seguimos empantanados en la misma historia. Y el año que viene, a este paso, todo seguirá igual. Y cuando despertemos de esta pesadilla, si es que alguna vez despertamos, el procés seguirá ahí.