'Respuesta al Sr. Rafael García Maldonado', por Ramón Benet

Estimado director:

En la carta del pasado jueves del Sr. Rafael García Maldonado los lectores han podido comprobar que el boticario metido a escritor es más dado a la invectiva que al argumento. Se comprende su reacción porque se ha visto retratado en mi anterior carta, aunque en realidad es él quien se autorretrata en su libro sobre mi padre; sus rasgos son la incultura, la mala educación, las pretensiones intelectualoides y el fariseísmo. El boticario ha mezclado todos esos ingredientes en el almirez y ha intentado una fórmula magistral que él denomina ensayo literario cuando en realidad el resultado es una sopa de letras indigesta. La próxima vez que el boticario prepare una pócima literaria sería conveniente que utilice componentes como la honestidad, la verdad, las buenas maneras, las bellas letras, etc. En su carta, Maldonado comete la tremenda grosería de citar en público un mensaje que pertenece al ámbito privado, lo que también le retrata. Se refiere a que el pasado mes de junio mi hermano Eugenio me hizo llegar el borrador de su libro y el disparate era de tal magnitud que me vi obligado a entablar contacto directo con él de manera cortés por intentar reducir las proporciones del desaguisado. Le corregí una buena cantidad de faltas de ortografía, de sintaxis y datos biográficos y le hice ver que la palabra chaise-longue la tenía escrita a su buen entender (cheslón o algo así, lo pueden ver en el libro sus improbables lectores, no ha quedado corregida en todas las páginas). Le comenté que sus especulaciones sobre nuestra vida familiar en los primeros 70 no tenían razón de ser, pero ignoró por completo mis observaciones, lo cual, unido a su carácter atrabiliario y su falta de habilidades sociales dieron al traste con mi intento de acercamiento. Mi tía Marisol Benet, que a sus 95 años aún conserva bien la memoria, le ha hecho notar los múltiples errores biográficos del libro y la respuesta que recibió de Maldonado ha sido que ella «está equivocada». Qué delicia de señor, que entiende la libertad del autor como campo abierto a cualquier desmán. Le hemos ayudado en la medida de nuestras posibilidades, ha visitado nuestra casa y ha dispuesto de fotos del álbum familiar y ni siquiera ha dado las gracias. Pero claro, Maldonado dirá que miento. He aquí la catadura del escritor boticario, que no merece ni más comentario por mi parte ni tampoco más espacio en su muy digno periódico. El único interés de lo que ya todo el mundo conoce como ‘el libro del boticario’ es ese, el de ser un libro escrito por un boticario de pueblo, una curiosidad antropológica.

Muchas gracias de nuevo, con un saludo muy cordial