No podemos estar siempre así. Ni ocupar los periódicos hablando de Halloween cuando estamos así. La sanidad pública es la única que es de todos y sólo exigiendo su excelencia se la defiende de verdad, por encima de teorías conspirativas y campañas propagandísticas partidistas pagadas con el dinero de, entre otros, muchos pacientes. Y su degradación es palpable, pese a haberse apuntado miles de usuarios a seguros privados en los últimos años, aflojando en parte la presión asistencial en los hospitales públicos, sin dejar de aportar por ello a la Seguridad Social, obviamente, lo que antes ya aportasen.

Los paros del sindicato médico en Málaga, por poner la mirilla en la actualidad, no pueden ser sólo responsabilidad de Rajoy -cuando gobernaba el PP en Madrid- o del propio interés partidista de los médicos que los secundan -cuando en Madrid gobierna el mismo partido que siempre ha gobernado en la Junta de Andalucía-. La primera vez que entrevisté a la Plataforma Diez Minutos (esos profesionales de la medicina de familia empeñados en atender al paciente como una persona, no como un número ni como un cliente) apenas había clínicas privadas en Málaga. Ésa es una reivindicación, por tanto, que ha traspasado el eje espacio tiempo de Madrid a Andalucía y de los distintos gobiernos de Zapatero y Rajoy, por lo menos.

Anteayer, tras diez años de competencia profesional y servicio público contrastados, dimitía o era conducida a la dimisión la jefa del prestigioso servicio de Hematología del Hospital Regional de Málaga, la enfermera María José Fernández. No resulta fácil pensar que no haya razón política de por medio. A desconfiar nos han llevado con la escenificación grosera de su cortoplacismo y su contaminación partidista de las instituciones, o sea, del fomento de sus intereses políticos particulares, incluso contra los intereses generales de todos voten lo que voten, los gobiernos que son y han sido desde Madrid a Sevilla. E, insisto, en Sevilla siempre está el mismo gobierno. Una longevidad democrática sin alternancia política que sólo ocurre en Europa en la región alemana de Baviera, como ya sabemos. Aunque comparar en cualquier otro indicador al rico Lander alemán con el atraso económico de Andalucía, por muy atrás que estuviese el sur español y muy adelantada que estuviese la región bávara hace cuarenta años, es una "bavaridad".

Si nunca ha sido competente la enfermera Fernández, haberla tenido ahí una década es de una gran incompetencia por parte del SAS. Si no ha podido más ante la creciente situación de deterioro que afecta a la sanidad pública y que, en Andalucía, quienes dicen defender no han podido ni sabido frenar, su dimisión debiera ser humanamente comprensible y una alerta grave para la ciudadanía que no puede tener sanidad privada. En su carta de dimisión, la ex jefa de servicio de Hematología lo explica en parte así: "lejos de solucionar la alarmante falta de recursos humanos surfean la realidad, parcheando permanentemente y generando una sensación de abismo, descoordinación, desbordamiento y caos". Y mientras surfean, no dejan de salpicarnos