Lo que más me apasiona del mito del vampiro es cómo consigue adaptarse a los tiempos, a las modas, a las tendencias y a las corrientes que, a lo largo de toda la escala de siglos, conforman su historia. Su imagen y su actitud evolucionan y se modulan para llegar a recrear un icono que sobrevive a todo espacio y a todo tiempo. Pero no por su carácter inmortal, no se equivoquen, sino por su impecable capacidad de adaptación y por su sorprendente habilidad para, al mismo tiempo, conservar intacta su esencia. De Polidori a King, pasando por Stoker, el vampiro conquista cada bastión y cada siglo con su nueva impronta, llegando a calar como mito en todas las generaciones y cautivando, sin duda alguna, a viejos, bregados de media vida y adolescentes. Observen y recuerden. Profundicen. Había vampiros antes de Stoker, y los seguirá habiendo después de él. Algo extraordinariamente idéntico ocurre con José Antonio García: un indubitado vampiro musical que, conservando intacta la más que patente elegancia de su estampa y el indiscutible carisma de su inconfundible voz, ha cabalgado y continúa cabalgando a lo largo y ancho de las praderas del punk y del rock. Un icono que se inventa y reinventa sobreviviendo a la densidad musical de los ochenta, a la sofisticación de los noventa, al insípido tramo del efecto dos mil, y que se alza nuevamente en nuestros días como un superviviente nato que nada teme al tiempo ni a la música. Había vida antes de 091 y la sigue habiendo después de 091. José Antonio García sobrevuela sin dificultad por encima de los estereotipos y los casilleros, presentándose como un icono musical en movimiento, inesperado, siempre sorpresivo. Un hombre de cara al futuro cuya resignada esperanza, o resignación esperanzada, se mantiene y perdura contra viento y marea. Allá quedó, y sique quedando, ese verso de «soñaremos que andamos sin movernos de aquí», de La vida qué mala es. Sin embargo, a pesar del aullido del viento por las décadas, un solo de guitarra nos provoca y nos sigue convocando hacia otra gran verdad, hermana de la anterior: «¿Quién puede doblegar a un hombre en pie?». Pudiera decirse que ese verso, que cobra vida en uno de los últimos temas de José Antonio García, El viento sopla a mi favor, es la bandera o el lema cuyo espíritu ha venido sosteniendo toda la carrera musical de quien sigue planeando, como les digo, por encima de los años de TNT, de 091 y de su reciente y exitosa Maniobra de resurrección. ¿Qué más da si punk, si pop, si rock, si a quien queremos escuchar es a José Antonio? Llega un momento en que la categoría es lo de menos, queda diluida por el ya referido carisma del artista y su inimitable actitud sobre el escenario. Así, con ese bagaje a sus espaldas, José Antonio irrumpe nuevamente y con meritada solvencia en el panorama musical español a fin de presentar su último trabajo: Lluvia de piedras. Un nuevo disco que José Antonio, al amparo, sostén y acompañamiento de El hombre garabato, banda de lujo y paisana de su Granada originaria, ya ha comenzado a echar a arder sobre los escenarios a lo largo de una gira que tendremos la ocasión de saborear en Málaga el próximo día 9 de noviembre, a las 22.00 horas, en la Sala Trinchera. «No voy a claudicar, no lo vas a ver, no pienso abandonar, no te fallaré». Otro verso que resuena, impacta y se graba en el recuerdo de quienes ya hemos degustado las delicias de este nuevo disco. Y no es que se lo quiera vender. Allá ustedes si lo dejan pasar. Es sólo que los temas de José Antonio gustan porque toda su carrera talla en nuestra memoria la historia de la música que escuchamos a nuestros primos y hermanos mayores, la música que después escuchamos nosotros mismos y la que, hoy por hoy, seguimos mostrando a nuestros hijos como escudo frente a tanta morralla en sol mayor que inunda los fondos de armario. José Antonio lo canta todo y para todos. Sus temas reflejan nuestra vida, y viceversa. Por eso conecta, por eso atrapa, por eso sigue enganchando. Porque su evolución también es la nuestra.