Al alcalde De la Torre le peligran los concejales igual que a uno le peligran los billetes en el bolsillo cuando entra en una camisería. Tal vez citen como investigados a Francisco Pomares y a Teresa Porras por el caso Villas del Arenal y tengan que irse o dimitir o haya que echarlos o la oposición arme tal algarabía que los plenos sean ensordecedores. En vísperas de elecciones municipales. O nada de nada. Que nada de nada pase y suceda, pero el regidor ya alberga ese temor, temor a que caigan dos de sus soldados. Y ahora le quitan a Carmen Casero y a Raúl Jiménez. Cuatro temores. El corrector se empeña en poner cuatro tenores.

Jiménez desobedeció al alcalde, es decir tuvo iniciativa y criterio propio y, se esté de acuerdo o no, planteó a las claras que no era buena la política que se llevaba a cabo con Limasa. Fue tachado de díscolo entonces. Proscrito. Un pelín amargategui estaba el hombre, como si no lo hubieran puteado bastante en las negociaciones con el comité de Limasa, donde lo llamaban niñato y llorón públicamente. Ahora irá de gerente a una de esas entidades que el Partido Popular siempre ha considerado un chiringuito. Se lo lleva su facción del partido. Casero va de delegada de la Junta de Fomento y Cultura, lo cual es una mezcla impresentable, pero ella no tiene la culpa. Impresentable e inabarcable, que desprecia tanto al Fomento como a la Cultura. Por la mañana soy experta en metro y me ocupo de catenarias y por la tarde presento a un ensayista danés. Ay, qué jornaditas, carmencita.

Han hecho unas delegaciones tan embrolladas que son como para supermujeres o superhombres multitarea, multicarrera e infatigables y renacentistas. Un lío. Lo de Casero puede ser para que así el alcalde se entienda con alguien de su confianza sobre el metro o una cachondada para poner nervioso al alcalde con el metro. Eso es lo que opinan según a qué fuentes preguntes.

Al alcalde no le gustan los cambios. El que menos le gusta es que Málaga cambie de alcalde. No es hombre de retocar mucho los equipos y lo que suele hacer con los que considera inútiles es irlos aburriendo. A los que considera delfines los trocea y a los que trabajan bien los deja hacer tanto y tanto que acaban con ansiedad o ante la Fiscalía.