Lo peor en esta campaña electoral (realmente en ella estamos) son los discursos llenos de ira, cargados de noticias falsas, que buscan incendiar al espacio ciudadano, sin ofrecer soluciones posibles; con falsas e imposibles promesas porque estando en campaña se pueden decir cuantas más burradas, mejor. Es de esperar que no renten en las urnas y que los partidos que usan y abusan del insulto y la provocación lo paguen. Esta es una campaña que no terminará hasta el 26 de mayo, con las siguientes elecciones. Demasiado para el cuerpo y demasiado para quienes, día a día, deben mantener la tensión para que no se les vayan los votantes. A Rivera, por ejemplo, cada vez más nervioso y echando las redes allí donde puede, a veces en caladeros nada deseables. Desecho de tienta, dije, y lo mantengo. A Rivera le ganó la ansiedad y verse ya en La Moncloa. La arrogancia se paga.

No le va mejor al PP de Casado que se regodea con el fichaje de Cortés, cabeza de lista por Huelva. Las pistolas hablan. Caspa doctrinaria que se acentúa con Álvarez de Toledo como banderín de enganche en Cataluña para quien el próces es peor que el golpe de Tejero y Milán del Bosch. Las viejas esencias aznarianas vuelven con enorme pujanza. Le toca hablar de la guerra de Irak (su justificación) y del 11 S (fue ETA). Todo se andará.

A Susana Díaz le sobra banquillo en Andalucía (te presto, Ciudadanos) pero Sánchez quiere tener su guardia pretoriana en el Congreso y en el Senado. Vamos a ver qué pasa con las alcaldías. Ya sabes, Susana, carta blanca para elegir tus candidatos locales. Caza menor, pero al fin y al cabo poder y capacidad para cerrar heridas. Ahora, todos a una. Y así lo han proclamado personajes tan poco dados a la euforia como Cornejo, el triste, que le colocan nombres de los que ni ha oído hablar.

De todos modos, hay quien susurra a Pedro Sánchez que nada está hecho y que no es infalible que España le vote para evitar la vuelta del tándem Casado-Aznar, cada vez más derechizado y contaminado por Vox, el partido que ficha generales (retirados, claro) como si fuera calderilla. Generales (retirados, claro), franquistas de tomo y lomo que se pueden sentar en el Congreso de los Diputados para mayor loor y gloria de Franco; a sus órdenes, mi general, Y con Santiago (Abascal) santo y seña del 'cierra España'. Europa, una gangrena. La cólera de Vox contra el PSOE y la izquierda no tiene límites. Vox, dará la batalla. Para eso lleva generales en sus filas. Puede que, a muy corto plazo, el PP se arrepienta de haber engordado a Vox. Lo hizo en Andalucía para darle la presidencia de la Junta a Moreno y Casado lamentará los votos que se le irán el 26 de abril. Hacer concesiones a Vox, como ya sucede en Andalucía, puede generar una espiral de radicalización del PP.

Me van a permitir escribir algunas reflexiones que he hecho en voz alta en otros ámbitos. Y me refiero a quienes durante varias legislaturas han representado a Málaga en el Congreso: Celia Villalobos, Miguel Ángel Heredia (aunque va al Senado) y José Andrés Torres Mora.

Ser guerrillera, se paga. Y si además se es librepensadora, peor que peor. Y no digamos si se duerme en el mismo colchón (con Pedro Arriola), entonces es el desastre. A Celia Villalobos, un tal Casado, especialista en gestar masters sin asistir a clase, la ha mandado al paro. Siempre fue un verso suelto en el PP y eso se termina pagando. Muchas de sus decisiones y muchas de sus declaraciones (mujer de lengua suelta) se pagan en política. Dicen que Casado y algunos de sus mentores cercanos a la extrema derecha se sentían incómodos cuando Villalobos hablaba o razonaba; por algo será. Celia tuvo sonadas meteduras de pata, lo contrario no iría con su carácter. Seguirá votando al PP aunque sus genes le pidan otra cosa.

Deja la política activa y de estar en primera fila se va uno de los políticos más fiables, más honesto y honrado con sus ideas; leal y cabal, con preparación y capacidad intelectual no habitual cuando uno analiza ciertas listas electorales. Mi respeto a quien ha hecho grande al PSOE por sus ideas y por su lealtad. Ya saben a quién me refiero. A Miguel Ángel Heredia que, siendo fiel a Susana Díaz y lo que representa, es elevado a los altares del Senado. Pago menor a toda una vida dando la cara.

A José Andrés Torres Mora, diputado socialista desde 2004, jamás le escuché una palabra vana, sin sentido; ni le leí vaguedades o análisis irreflexivos. Todo lo contrario. Silencioso, sosegado, transitando en las áreas del poder sin alharacas (fue consejero de Zapatero), con la mente despejada de perjuicios y mirada intelectual profunda. En los cuarteles de invierno también dejará su inconfundible sello. Tendrá tiempo para escribir; lo esperamos.