Casting de Cuaresma

In memoriam del Doctor José María Molina Ruiz del Portal

Helado se me quedó el corazón cuando mi madre a medía mañana me comentó que nos habías abandonado para siempre, fue entonces cuando la voz se me quebró, los ojos se humedecieron y el cuerpo se me corto. Nada hacía pensar que este sábado de Cuaresma, en el que la primavera empieza a pedir paso, te fuiste para siempre; no sé si es verdad eso que dicen de que los ojos son el espejo del alma, pero hace un mes, creo recordar que era domingo por la tarde noche, por ese puente que atraviesa ese río que nos separa, me crucé contigo que ibas agarrado al brazo de tu esposa, te saludé con el afecto que siempre he sentido por tu persona, pero noté cierto halo de desmotivación o pesadumbre en tu respuesta, es verdad, que tu mirada me transmitió resignación, por un momento tuve la sensación de que con ella me estabas despidiendo; también tengo en el recuerdo, allá por el mes de enero, la última visita a tu consulta médica en la que como siempre me atendiste con esa elegancia, cariño y amabilidad que te caracterizaba. Eespués del oportuno reconocimiento, a pesar de tener algún paciente que aún quedaba en la sala, echamos un rato de charla tranquila y sosegada en la que recuerdo que, entre otras cosas, hablamos de los resultados de la últimos comicios autonómicos, la irrupción de los nuevos partidos emergentes o el recurrente problema de la inmigración. Todavía tengo grabado en la retina tu alegría al comentarme que tu querida esposa te había regalado una tabla de surf para practicar ese deporte tan de moda que utiliza un remo mientras mantienes el tipo sobre la tabla, me comentabas que lo practicarías allí en la playa cercana al Real Club Mediterráneo, recuerdo que los ojos te brillaban como a ese niño que seguías llevando dentro.

Han sido muchas horas de visitas a tu consulta, primero en calle Pinzón y luego en calle Salitre, a la que hemos acudido mis padres, hermanas, sobrino y yo y en la que siempre, a pesar de la agotadora jornada de trabajo, nos has recibido con tu elegante sonrisa, siempre hemos recibido de ti tanta amabilidad, respeto, ternura, cariño, dedicación, humanidad y profesionalidad que has hecho sentirnos tan cercano como si fuéramos uno más de tu familia. Ahora nos hemos quedado huérfanos de médico, porque jamás podremos encontrar un ser tan solidario, entregado, espléndido, generoso y con tanto amor y vocación por su profesión, un médico chapado a la antigua, de los que atendían al paciente no solo poniendo la cabeza sino el corazón, de los que sabían leer el alma con solo mirarte.

Querido José María, ya no volveré a verte disfrutando una cálida noche de verano rodeado de tus amigos en cualquier terraza de un bar del Centro en animada charla, ni jugando con tus queridos hijos en esa plaza cercana a tu casa que terminabas convirtiendo en un improvisado Vicente Calderón, ni cámara en mano inmortalizando las estampas más bellas de nuestra Semana Santa, ya no podremos disfrutar de tu sapiencia, de tu buena praxis y buenos consejos de médico cercano y entrañable. Pero no solo se nos va un profesional como la copa de un pino, sino que me consta que también fuiste un gran hijo, padre, esposo y mejor persona, que te entregabas en cuerpo y alma a lo que se te pidiera, que cuando se trataba de atender a tus pacientes no te pesaban las horas del reloj.

Esta tarde, en el autobús de regreso a casa desde esa Vélez-Málaga que tú tan bien conocías, intentaba buscar una explicación a tu repentina e inesperada desaparición, tuve que consultar la web de una cofradía a la que estabas vinculado para comprobar que no era un mal sueño, ni un espejismo, que mi madre estaba en lo cierto cuando me anunciaba la triste noticia. Fue entonces cuando pensé que Dios te tuvo que pedir un último favor, que vinieras a su encuentro para controlar un fuerte resfriado que tenía congestionada a esa Virgen del Amparo que tantas veces portaste en tu hombro; se ve que el cielo estaba escaso de buenos otorrinos y necesitaban al mejor para que la Señora del Domingo de Ramos luciera espléndida y radiante en su día señalado y Dios encargó a San Pedro un improvisado casting de Cuaresma y puso sus ojos en ti, y tú que eres toda gratitud y corazón no pudiste rechazar la petición de Nuestro Padre, pero seguramente al ver tus buenas artes en el oficio, quiso tenerte para siempre como otorrino de cabecera.

Sólo espero que cuando Dios me llame tenga la oportunidad de acercarme a ti, para que mirándote a los ojos y entonando el Pescador de Hombres que te acompañó tantos Domingos de Ramos pueda, una vez más, darte las gracias por tantas horas de grata y entregada dedicación a mi y mi familia.

Querido José María, que la Virgen te ampare bajo su manto.

Gracias por haberte conocido.

José Antonio Mayorga MecaMálaga