Hace veinte años, en Málaga se podía aparcar por calle Larios, una valla separaba los muelles de los ciudadanos y la actualidad la marcaba un solo rotativo. Han cambiado muchas cosas. Parte de la población no tenía teléfono móvil, y los que ya lo usaban lo hacían para llamar y recibir llamadas. Como mucho, se mandaban mensajes de texto. La radio, la televisión y por supuesto la prensa escrita eran los instrumentos que empleábamos para informarnos y las redes sociales eran las que se tejían en persona.

¿Qué son dos décadas en la historia de una ciudad milenaria? Nada. Sin embargo, en estos veinte años ha cambiado nuestra vida, y nuestra ciudad. Y todos esos cambios los hemos seguido, titular a titular, desde este periódico. Porque La Opinión de Málaga nació a la vez que esta época dinámica y apasionante, y ha servido para contar y aportar a nuestra vida. A propósito, hace veinte años, los periódicos se pagaban en pesetas.

En La Opinión de Málaga leímos que el metro llegaría a nuestra ciudad y en sus páginas nos subimos al primer viaje. Como también derribamos los muros que alejaban la ciudad del mar, descubrimos que nuestras calles más emblemáticas, como calle Larios, ganaban enteros cuando se recorrían a pie. Nacían nuevos barrios y la primavera se estrenaba con Cine en español. La segunda ronda, la nueva terminal y la segunda pista del Aeropuerto, la apertura de Museos, los éxitos deportivos, la apuesta por la tecnología... Todos los hitos que han transformado Málaga, y muchos más, los hemos leído en sus páginas. Algunos incluso esperamos que se repitan, porque la temporada 1999/2000 el Málaga subía a Primera.

Desde su privilegiada posición en calle Granada primero y actualmente en calle Salvago, La Opinión nos ha contado los grandes éxitos de nuestro deporte y cómo la sociedad ha avanzado. El teléfono móvil se ha convertido en un complemento casi imprescindible en nuestra vida, una vida que se mueve en la nube, entre aplicaciones, selfies, redes sociales, Whatsapp y webs. En estas dos décadas nuestra ciudad se ha afianzado como un destino turístico no ya emergente, sino consolidado y en constante crecimiento, y con una proyección internacional que la sitúa como referente urbano, sinónimo de dinamismo y de calidad de vida. En eso ha tenido también mucho que ver el despegue de sectores como la gastronomía. ¿Alguien se imaginaba hace 20 años que Málaga podía tener varios restaurantes con estrella Michelín? Ha cambiado hasta lo que parecía que no cambiaría nunca, como el gobierno de Andalucía.

Y al igual que todos nos hemos adaptado a esta evolución, La Opinión también ha cambiado y ahora nos sigue ofreciendo la información desde distintos canales digitales y, cómo no, en papel. Pero hay una cosa que no ha variado: el compromiso de esta cabecera y de sus profesionales con la mejor versión del Periodismo. De ahí la credibilidad y la confianza que los lectores hemos depositado en este medio. En tiempos de fake news, la información veraz es aún más necesaria, y el rigor profesional de los periodistas, imprescindible.

Pero Málaga no ha sido la única que ha cambiado, también lo han hecho nuestras percepciones y nuestras instituciones, que han dicho adiós al bipartidismo y que tienen por delante el reto de adaptarse a una sociedad del siglo XXI, dejando atrás usos o formas de actuar más propias del XX.

Hace 20 años un servidor estaba en Sevilla, como ahora, derribando techos de cristal. Entonces como entrenador del Caja San Fernando después de que lleváramos al Unicaja a lo más alto, y ahora, como consejero de Educación y Deporte, trabajando para transformar la educación que reciben nuestros niños y jóvenes y con el reto de implantar hábitos de vida saludables para bajar esa intolerable cifra del 23% de obesidad infantil en nuestra comunidad autónoma. Un reto enorme que asumo desde la responsabilidad y el convencimiento de que el futuro de nuestra tierra es el futuro de las nuevas generaciones.

Un futuro global lleno de retos para el que es necesario invertir en innovación más allá de las pantallas. Nuestro deber como gobernantes, pero sobre todo como ciudadanos, es formar personas con capacidad crítica, capaces de diferenciar informaciones de bulos, de tomar sus propias decisiones y con un sistema de enseñanza que no esté a la cola de las regiones europeas, sino que llegue un día a liderar esas regiones. Para eso es necesario despolitizar la educación, dejar hablar a los expertos, que son los que realmente saben, y crear un gran pacto andaluz por la Educación. Pensando en nuestros niños y jóvenes, en su futuro. Sin duda, ese sería un gran titular, y espero poder leerlo en La Opinión.

*Imbroda es consejero de Educación y Deporte