Madre e hijo se abrazaban ayer en la calle Nueva, a pocos metros de la compleja curva que da paso al recién inaugurado itinerario oficial de la Semana Santa. Eran las tres de la tarde y algunos de los que acababan de contemplar el paso de la Pollinica, hacia ese primer paso por la nueva tribuna oficial, fijaron la vista en ambos. Lágrimas y sollozos hacían presuponer que habían vivido con mucha emoción este revolucionario Domingo de Ramos. Pero ella no tardó en resolver el misterio: «¡Hijo mío, menos mal que te he encontrado!», exclamó desconsolada.

Dos horas habían permanecido absolutamente incomunicados, ajenos por completo a la caída mundial de WhatsApp, Facebook e Instagram. Ninguno había hallado respuesta a cuantos mensajes y audios le había mandado al otro. Ni siquiera lograban acceder a los perfiles en esas redes sociales para ver si había algún rastro en fotos sobre el paso por delante de algún trono.

Claro que ninguno usa Twitter. Es la única red que ayer, lo mismo que hace un mes, quedó a salvo del fallo masivo. Quizás sea el motivo por el que el «jeque mate» que anteayer desalojaba a Muñiz como inquilino del banquillo malaguista, tras la sonrojante derrota frente al Extremadura, fue retransmitido únicamente a través de Twitter. La afición con menos soltura con el inglés esta vez no tuvo ni que recurrir al recurrente traductor de Google, porque el propietario le puso emoticonos a su sentencia: «????».

Los cofundadores de este servicio de microblogging nunca estarán suficientemente agradecidos al sheikh Abdullah ben Nasser Al-Thani. El presidente del club de fútbol que hace apenas seis años se codeaba entre los ocho más importantes de Europa no ha temido nunca esas caídas masivas de otras redes sociales. Al contrario, Twitter ha sido, es y seguramente será siendo su principal tribuna de prensa, el rincón en el que adelantar primicias y la vía más significativa con la que mantenerse en contacto directo con aficionados, jugadores e incluso cuerpo técnico.

El día en el que Twitter deje de ser lo que es el Málaga CF de esta década será digno de estudio, por lo atípico de su principal vía de comunicación. Miles de seguidores acabamos por acostumbrarnos, durante esas largas estancias del jeque lejos de la Costa del Sol y por aquello del cambio horario, a pasar muchas madrugadas de verano en vela. Recostados para conciliar el sueño, rivalizaban para interrumpirlo los zumbidos de los mosquitos tigre y los del móvil con la alerta de que el jeque andaba de vigilia.

Así supimos de más de un fichaje incluso antes que el entrenador de turno o del amplio equipo de comunicación que debiera proporcionarnos esas primicias. Incluso el propio Muñiz dudó al aceptar su regreso a La Rosaleda. Ató lo mejor que pudo exclusividades para que Al-Thani no ejerciera de director técnico en sus giras para atraer talento por YouTube. E intentó, todo lo mejor que pudo, obtener un periodo largo de permanencia. Hasta que febrero, marzo y medio abril dictaron el segundo divorcio entre ambos. No hizo falta WhatsApp. El asturiano, como todos, vio el dedo y su salida.