¿He llegado a mi límite?, ¿podré seguir jugando en la universidad?, ¿me respetarán un año más las lesiones?, ¿aguantaré una temporada más con el trabajo y los entrenamientos?, ¿empiezo motivado y me voy quemando a lo largo de la temporada?

La retirada deportiva se relaciona con el duelo al perder una relación con la que nos sentimos identificados, en este caso el contexto deportivo, donde influyen multitud de personas, emociones, materiales y lugares.

Es un proceso que requiere atención y cuidado, ya que se experimentan cambios de rol, cambios físicos, psicológicos, cambios en las relaciones personales, cambios económicos€

Para favorecer la retirada deportiva, la mejor opción es la planificación de la misma, considerada ésta como voluntaria, por decisión propia, ya que la involuntaria no se puede prever. Además del apoyo familiar y de los amigos, si somos capaces de planificar el fin de la carrera deportiva, ya sea por estudios, lesiones, patrocinadores, equipos, familia, etc., quizá evitemos incertidumbres que generan ansiedad y desconfianza.

Programando nuevos planes de acción y objetivos a medio y largo plazo, provocamos dirigir la atención y motivación a nuevos horizontes, generando una adaptación al cambio más progresiva.

Cuando la retirada no es voluntaria se pueden experimentar dificultades a la hora de adaptarse a la nueva situación en relación a aspectos emocionales sobre todo, ya que no da tiempo a preparar el adiós, es impuesto y repentino. Quizá un buen plan educativo y preventivo pueda facilitar estos casos más radicales.

Existen varias etapas por las que puede pasar un deportista:

1. Negación: es normal que existan pensamientos de tipo: «Esto no me puede estar pasando a mí», «siempre me pasan cosas a mí», «¿qué voy a hacer ahora yo?», «voy a tener demasiado tiempo libre», «llevo 12 años entrenando y ahora voy a dejar el deporte», «donde quiero estudiar no hay el deporte que practico», «no me han concebido la beca para seguir jugando»€ todo esto es una reacción de defensa que con el tiempo debemos aceptar.

2. Entendimiento o racionalización: tras la negación se necesita un tiempo para comprender lo que ha pasado e interiorizar. Buscar explicaciones racionales más que emocionales de la nueva situación y aceptarla como real.

3. Emocional: en relación a las emociones es normal que aparezcan episodios de tristeza, rabia, miedo, alegría, tranquilidad y en ocasiones se confundan. La incertidumbre, la incomprensión, la duda o la inseguridad pueden aparecer al comprobar que se ha perdido la rutina deportiva, la rutina de vida.

4. Perdón y gracias: es muy importante que el deportista sea capaz de «perdonarse» exigencias y pueda aceptar y agradecer su pasado. El deporte nos forma como personas y encontrar los valores adquiridos y recrear las experiencias vividas les provocará bienestar.

5. Nuevos contextos: tras la aceptación de la pérdida del antiguo contexto deportivo, es normal que se establezcan nuevas relaciones, se abran nuevas vías de acción y se viva en ocasiones de una forma muy diferente a la que el propio deportista hubiera esperado. La flexibilidad mental en estos casos es fundamental para la correcta adaptación.

Cada deportista vive su retirada de manera diferente y no todos pasan por todas las etapas. Lo que sí es importante es que exista progreso, lento o rápido, pero progreso. Que poco a poco vayan formando una nueva identidad no deportiva, que si puede estar relacionada con el deporte, y organicen su vida en torno a nuevas rutinas y objetivos.