5.47 hrs. Galapagar. Madrid. Llevaba varios días que no dormía bien, a las cinco, antes del alba, tenía los ojos muy abiertos y solo podía dar vueltas en la cama y más vueltas, y pensar, eso sí, sobre los últimos acontecimientos. Algo tenía que hacer. Tomar la ofensiva era esencial para salir airoso. Aunque empleara el mismo tono suave de los debates, ahora tocaba cortar alguna cabeza. «Lo siento por él, pero lo entenderá y, además, sabe que puedo recuperarlo en cualquier momento para otro cometido. Después de desayunar lo llamo». Ella, en cambio, estaba profundamente dormida, vuelta de espaldas, el pelo negro revuelto sobre la almohada. La dacha todavía seguía en la oscuridad.

8.11 hrs. Pozuelo de Alarcón. Madrid. Ella se había ido anoche y él tardó en dormirse, pero ahora estaba tan cansado€ Se levantó a su pesar en dirección a la cocina y puso Radio 5 mientras se hacía un zumo de naranja. Las noticias no podían ser otras que las dificultades de los pactos en toda España, y se sonrió también con el corte del juez Marchena a la defensa de uno de los procesados. Se dijo que tenía que conocerlo.

8.17 hrs. Ávila. Fue a Palencia a ver a sus padres y se decidió a dar un salto a Ávila con ella, a la casa de casi todos sus fines de semana y vacaciones. A Isabel le gustaba tanto€ Paloma y Pablito se habían quedado en Madrid, tenían que ir al colegio. Él había sido diputado por la provincia. Se había traído una película que le dio su secretaria de Comunicación, Marga, en Génova, El jardín del diablo, dirigida por Henry Hathaway, con Gary Cooper, Susan Hayward, Richard Widmark€ Para salvar a su marido, atrapado dentro de una mina de oro, una mujer contrata a cuatro hombres. La mina se encuentra en una zona sagrada para los apaches. A Isabel también le gustará verla conmigo esta noche, se dijo, los dos solos, añadió para sí.

8.21. hrs. Palacio de la Moncloa. Madrid. Lo primero es lo primero. Ya se había acostumbrado a que la lectura de los resúmenes de prensa le afectara lo justo, solo lo justo, se decía. Begoña le había insistido mucho cuando nadie daba un duro por él, ¿y ahora qué?, lo había demostrado todo, había resucitado, en el partido, en las elecciones€, solo quedaba un último trámite. El poder tiene un encanto€, pero no solo para él, sino para los que querían robárselo. Nunca pensó que el poder era eso, solo lo entendió mucho después de entrar en su despacho, cuando su jefe de gabinete le leyó la primera agenda del día.

9.16 hrs. Prisión de Soto del Real. Madrid. Había hecho más ejercicio que de costumbre, y se sentía algo cansado, pero muy bien por dentro. Tenía tantas cosas que hacer y visitas que recibir. Después de sus oraciones repasó en un pequeño bloc, que siempre llevaba consigo, algunas notas. Hoy solo tenía dos periódicos y se quedó leyendo una extraña noticia: «Una familia escocesa podría conseguir un millón de libras por una pieza de ajedrez comprada por 5 libras. La pieza es del siglo XII y pertenece al juego de ajedrez de Lewis, descubierto en la isla del mismo nombre en 1831, y lleva desaparecida casi 200 años. Son piezas refinadas, expresivas y en forma de guerreros Norse, esculpidas en marfil de morsa. La pieza es una torre». A él le gustaba mucho el ajedrez, desde pequeño, y se acordaba de las primeras partidas con su tío. Ahora jugaba de nuevo y estaba seguro de que ganaría porque le había comido más piezas a su rival, pero tenía que medir muy bien sus movimientos, había tantos que tenían sus ojos puestos en él, unos para llevarlo al Palau, otros para hacer que se pudriera detrás de estos muros. Por eso, se decía, cree en Dios, pero ata bien los camellos.

9.51 hrs. Palacio de La Zarzuela. Madrid. Reinaba una extraña paz aquella mañana en su despacho. Contrastaba con la agitación de la clase política, las idas y venidas de los dirigentes de cada partido, los rumores acerca de quién gobernaría Madrid€ en cambio, aquí, no pasaba nada, o eso creía él. La noche anterior había leído a Manuel Azaña y no podía estar más de acuerdo:

Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito.