Al igual que le sucediera a Patty y Drake, en aquella película de John Schlesinger, De repente un extraño, en la que para poder pagar la casa que se compran deciden alquilar la planta baja comenzando así sus problemas, muchas veces nos encontramos con situaciones similares que nos pueden arruinar la vida.

Cuando a media tarde de hace unos pocos meses encontraba en mi portal a un grupo de jóvenes extranjeros nunca pensé que en ese momento me cambiaría la vida. Pensando que se trataba de amigos de las hijas de un vecino no le di importancia. A las 10 de la noche comenzamos a escuchar lo que parece una fiesta en el piso superior y a las dos de la madrugada, aun con el ruido y la música, suena la puerta de mi casa. Me levanto preocupado encontrándome con un joven desconocido con signos de embriaguez que inmediatamente se excusa en inglés y seguidamente sube las escaleras, observando que se dirige a la puerta de mi vecino de arriba. A las tres de la mañana vuelve a sonar la puerta de mi casa, esta vez golpeando la puerta. Salgo a abrir y me encuentro a otro extraño en estado de embriaguez que riendo pide excusas en inglés y sube, como el anterior, al piso de mi vecino.

Al día siguiente me comenta un vecino que la vivienda de arriba se había puesto en alquiler vacacional en varios portales de internet. Ningún vecino de los consultados había sido informado del cambio de uso de la citada vivienda, un gesto que hubiera venido muy bien a la comunidad pues se cambiaba el 'statu quo' existente entre los vecinos. Días después situaciones similares me sorprendieron, entre ellas destacar vómitos en las escaleras, ruidos a altas horas de la noche o extraños deambulando por las zonas comunes del edificio.

Nuestra Constitución señala en su artículo 47 el derecho a «disfrutar» de una vivienda digna y adecuada, obligando a los poderes públicos a promover las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho, y me refiero al de «disfrutar», pero nunca pensaron los redactores de la Carta Magna que con el paso de los años se avecinaría una nueva plaga bíblica que haría sufrir a gran parte de la población, de un lado por una nueva contaminación urbana que podríamos denominar 'vacacional' afectando la convivencia pacífica en los inmuebles residenciales, y de otro, el efecto 'exclusión' del mercado de alquileres de vivienda a los jóvenes y personas con rentas más bajas, ocasionando un gravísimo problema social.

Cuando compré mi vivienda nunca pensé que las zonas comunes se convertirían en una especie de 'parque de atracciones' con la presencia de extraños. Hoy, el edificio en el que vivo, después de los esfuerzos económicos hechos por la comunidad para dotar de mayor seguridad a sus instalaciones, se ha convertido en una especie de 'tren del terror' donde te puedes encontrar con sobresaltos cada cierto tiempo por la presencia asidua y continua de 'desconocidos' que ha hecho más inseguro un edificio residencial para 16 familias malagueñas, en un país con «riesgo alto» en el nivel de alerta terrorista.

Además esta nueva situación de alquileres vacacionales de corta duración, está llevando a que personas con menor capacidad de renta les sea imposible alquilar una vivienda. Ya existen ciudades donde se alquilan balcones para vivir, mientras los precios de los alquileres de viviendas siguen subiendo. No había visto antes tanta preocupación por los precios de alquiler como ahora y aún más en la gente con menos recursos económicos. Tampoco antes los empresarios que contratan trabajadores lo habían pasado tan mal por el problema del alojamiento de estos. Nunca antes las administraciones públicas quedaban con plazas vacantes porque no hay manera de pagarse el alquiler.

Parece que las comunidades de vecinos ya pueden limitar el uso de las viviendas residenciales gracias al nuevo punto 12 del artículo 17 la Ley de Propiedad Horizontal, reformado por el Real Decreto-ley 7/2019, de 1 de marzo, que ha sido ratificado el pasado 3 de abril por el Congreso de los Diputados, separando los usos residenciales de los turísticos en un edificio, ayudando al 'disfrute' de los vecinos que desconfían de la presencia constante de turistas en los inmuebles residenciales.

Pero atención a dos situaciones de esta imperfecta reforma. La primera es que no tiene efectos retroactivos, por lo que las comunidades interesadas deberían alcanzar estos acuerdos cuanto antes y hacerlos inscribir en el registro de la propiedad. La segunda es que se abre una nueva vía de conflicto en la interpretación de los términos 'limitar' o 'condicionar' esta actividad mercantil.

Como siempre, el legislador español ha estado dos pasos por detrás de la ciudadanía, por lo que parece recomendable motivar adecuadamente el «interés general de la comunidad» para limitar o condicionar estos usos vacacionales. Mientras tanto, seguiremos esperando a extraños en nuestros edificios, confiando en que no se produzcan riesgos irreparables, o debemos empezar a pensar en un éxodo buscando simplemente vivir como antes. Lo que nació como «la comunidad de vecindad» para compartir un espacio común en el que vivir y disfrutar, parece haberse convertido en otra cosa.