La Peñota, donde apareció el cadáver de Blanca Fernández Ochoa, es una cumbre polisémica como pocas: desde la A-6 se muestra, del lado segoviano, como un pináculo triangular alfombrado de pinos, y del lado de Madrid como una especie de corona de tres picos, pelada y áspera. Podrían ser las dos caras de cualquier vida. Desde el Valle de la Fonfría, un opulento bosque primario por cuya ladera ascendería Blanca, se llega suavemente casi a la misma cumbre entre pinares, hasta asomarse a una inmensa y vertiginosa desolación. En la ascensión a esa montaña de nuestra formidable campeona, que había nacido tan cerca y percibiría en el paisaje divisado una caligrafía de la verdad, habría un regreso a sus raíces míticas y místicas, una desescalada en la memoria y una indefinible grandeza. Imaginar su sentimiento en la ascensión, supiera o no que sería la última, es mi oración de despedida.