Leo que un alto cargo municipal ha considerado una bajeza moral que alguien escriba «Viba Mágala», en un quítame allá unas pajas motivado por la inclusión del Mercado de Atarazanas en el ránking de los diez más bellos mercados del mundo que ha publicado el diario inglés The Guardian. Desconozco cual ha sido la metodología usada para la elaboración de la lista, pero es obvio que un cargo municipal debe hacer suya la frase de «Todo es bueno para el convento» y echarse al pecho cualquier elogio o ventaja, aun cuando el elenco hablara de los mejores rincones del Infierno donde arder por toda la eternidad. Seguro que hay un segmento de turistas a los que esa información de azufre y llamas les atrae y no anda el sector por perder ni una mies en el espigueo.

Lo que me preocupa es que parte de esa divina indignación venga por el topónimo «Mágala». Por ahí no paso.

Mágala es el reverso onírico de Málaga, lugar al que se llega, como en la Alicia de Lewis Carroll, a través del espejo de sus vanidades, colocados en un interminable Callejón del Gato que va de Miraflores a Huelin y de Sacaba a la Playa del Deo. En sus superficies deformantes vemos caer la impostada solemnidad y los datos increíbles, y nos reímos de ellos porque somos capaces de reírnos de nosotros mismos. El «Toda Mágala» de Fran Moraleda es un clásico de la paradoja, en la que toda es nadie; con «Historia de Mágala» hemos asistido a eventos históricos de rigurosa y exhaustiva falsedad y con MágalaSolutions se han ofrecido proyectos e ideas tan solventes como en su dia fueron las propuestas del puente sobre la bahía o el metro soterrado al Civil, sólo que en aquellas se sabía que eran de broma.

Vamos a dejar tranquilas las cosas serias, por favor. No toquen ustedes Mágala.